Era una tarde de lluvia, esas que son muy frecuentes en Tlatlauquitepec, la neblina estaba muy abajo, no se podía ver mas allá de 5 metros al frente, una joven sostenía su cabeza con la mano izquierda, su brazo se recargaba en la mesa, con el dedo indice de la mano derecha acariciaba sutilmente la oreja de una taza de café, su semblante era triste, sus ojos se humedecían, las lagrimas recorrían sus mejillas, mismas que ella secaba de vez en vez inútilmente, pues no dejaban de brotar lagrimas de sus hermosos ojos, con la vista perdida en dirección al parque, seguramente recordando algo ocurrido en aquel lugar, apenas se percibía su respiración, estaba inerte, salvo por el dedo indice, era lo único que daba señales de vida en aquel frágil cuerpo.

Su rostro era fino, labios rosados, nariz griega, ojos cafés medianos, cabello castaño y ondulado, mentón triangular y su piel blanca como las nubes mañaneras de primavera, valla que era una joven muy hermosa, no podía dejar de obsérvala, al tiempo que en mi cabeza rondaba la pregunta cada vez más fuerte, ¿qué le ocurrirá a esta joven?

De pronto, el frió dejó sentir su presencia, ella encogió los hombros, recuperó la postura y frotó sus brazos en señal de ser victima del frió de la sierra, tomó un sorbo al café, se incorporó un poco, pero no dejaba de mirar en dirección al parque, en especifico hacia la fuente, la curiosidad se apoderó de mi, no pude evitar voltear a esa misma dirección, pero como ya lo había dicho, no se podía ver mas allá de unos cuantos metros, aunado a la ya de por si debilidad visual que me aqueja desde hace unos años, me era mas complicado tratar de ver, inclusive adivinar que es lo que ella veía.

Volvió a tomar café, pude observar que aún brotaban lagrimas como perlas transparentes, pequeñas, pero seguramente llenas de dolor, dolor proveniente de su alma. Tomó la taza con ambas manos, las colocó a la altura de sus labios y subió sus piernas a la silla, posición muy habitual en las mujeres al sentir frió, pero no retiraba la mirada del parque. Dentro de mi larga lucha por dejar el cigarrillo, opté por vapear, el vaporizador genera ruido de succión de aire por los conductos de respiración del aparato, es un ruido que generalmente llama la atención de quienes se encuentran cerca, así que, di la calada de vapor y de forma increíble, por un momento, ella retiró la vista del parque, pude llamar su atención y generarle una muy breve distracción, al voltear a verme, observe que su llanto había cesado.

Aproveche esa corta distracción para agitar mi mano en señal de saludo, ella volteo a mi rostro, mirándome directamente a los ojos por un momento, bajó la taza, bajó las piernas y se comenzó a levantar, mi mente sólo decía, ¡ahí viene!, mi corazón comenzó a latir muy rápido, seguramente me va a preguntar que aparato uso, ¡si!, eso va a pasar, pensé muy rápidamente, mi corazón se aceleraba más, esos pequeños instantes pasaron como minutos para mi.

En efecto se levantó, volvió a tomar un ultimo sorbo al café, recogió una bolsa de mano, frotó sus ojos con un pañuelo y se dirigió hacia mi, yo ya tenia preparada la respuesta a su pregunta, siempre que la gente me ve vapear se acerca y me interroga, ¿qué es eso?; sé la respuesta y entablaré una charla con ella, tal vez pueda indagar en el motivo de su lagrimas.

Una voz dulce, suave y melódica rompió el silencio y mis pensamientos… disculpe, ¿podrá decirme la hora?, pasó una afilada espada por mi mente cortando toda intención de hacer más dialogo con ella, lo único que pude responder fue, sí, claro, son las 9:15. Gracias, dijo ella, mientras mis intenciones de charlar se desmoronaban rápidamente.

¿Puedo preguntarle algo más?, por supuesto, dije levantándome, ¿sabe si aquí es económico hospedarse?, señalando el hotel que estaba atrás de ella, creo que si, comenté, si me permite acompañarla a la recepción para preguntar costos lo averiguaremos, ella asintió con la cabeza, entré tras ella, no había nadie y aproveche la oportunidad para preguntar de donde era, Puebla, respondió con una muy cálida y hermosa sonrisa.

Salió el recepcionista, preguntamos por el costo de las habitaciones, escogió una sencilla, volteó a verme, agradeció la ayuda, tomó su bolso y se dispuso a dirigirse a la habitación, espere un momento, dije, ¿me permite invitarla mañana a desayunar?, sonrió nuevamente, pero vi dudas en su rostro, no le permití responder, aquí hay un restaurante en el hotel, si gusta puede ser aquí mismo, ¿que dice?, lo pensó unos instantes, bien, respondió ella, extendió su brazo para despedirse de mano, ¿a las 9 esta bien?, preguntó, claro, paso por Usted aquí mismo, confirmé mientas nos despedíamos y soltábamos las manos.

Una extraña sensación recorrió mi cuerpo, mi piel se erizó y no era por el frió, realmente no hacía mucho, me dispuse conducir hasta mi humilde morada, durante el camino no pude dejar de pensar en ella, en lo ondulado de su cabello, su rostro hermoso, sus profundos ojos, lo terso de su piel y la dulce voz que emanaba de tan bellos labios, esa noche se me haría imposible dormir, mi corazón latía rápido y mi mente era ocupada sólo por ella… (continuará)

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