Por cumplirse 7 años de la desaparición de la joven Crescencia, quién es originaria de Tanamacoyan, Hueyapan, familiares aún mantienen la fe y esperanza por encontrarla.

Hueyapan, Pue.- Desde la desaparición en aquel 26 de febrero de 2014, para la familia Martínez Hernández existe poco avance en la investigación.

En Twitter citan lo siguiente:

Crescencia Martínez Hernández, desaparecida el 26 de febrero de 2014 en Tanamacoya, Hueyapan, Puebla. Ese día, la joven de tan solo 20 años salió de su casa sin decir a dónde iba ni con quien. Estaba con su papá cuando recibió una llamada a su celular y fue al jardín a contestarla. «¿Quién era? Me dijo que un amigo. No su novio», recuerda el papá y dice que Claris, como le dicen de cariño, estaba sonriente. La joven era instructora de preescolar del Conafe de Hueyapan, en la Sierra Norte de Puebla.

La joven era instructora de preescolar del Conafe de Hueyapan, en la Sierra Norte de Puebla. “Ella daba servicio aquí en la escuela del centro, daba servicio de educación inicial, tenía poco tiempo, en noviembre, era los fines de semana nada más, los sábados. Le dijo a su mamá que estaba pensando en ir a trabajar a México, había una señora que es diseñadora, que había venido aquí a la casa, nos vino a invitar, también que tenemos tiempo que queríamos aprender todo eso”, platica su papá sentado sobre la cama donde él y su esposa duermen. En la pared hay un póster de la película Titanic y el piso es de cemento.

Un día antes de la desaparición, el martes 25 de febrero, fueron a vender plantas a Teziutlán, que junto con Tlatlauquitepec son los municipios más cercanos a la comunidad. Llegaron tarde, como a las 9 de la noche, cenaron y se durmieron. Su mamá salió el miércoles 26 temprano, a las 9 de la mañana, a recibir el programa Oportunidades pero Crescencia se quedó, estaba haciendo las tortillas y todavía no acababa. “Desayunó con su mamá y en eso su mamá se fue, igual yo me fui a regar las plantas que tenemos y al poco rato, yo le calculé la hora en que terminaba su tortillado”, cuenta el señor con buen ánimo pues, aunque hace meses no sabe de su hija, siempre parece a punto de sonreír. “Cuando todavía no terminábamos (de desayunar) en eso que suena su celular y ya ella no contestó en la cocinita que tenemos, salió fuera a contestar y ya cuando terminó de hablar, regresó sonriente, y sólo le pregunté ¿quién era, tu novio?, ya sabemos que le marca a cada rato y es su novio, dice no, no, era un amigo, me invitó a salir. Y sólo fue eso, me invitó a salir”

Si bien Puebla no figura entre los estados donde las desapariciones son tema de referencia, y por lo tanto no ha alcanzado impacto naciona, demuestran que, aunque poco visible, es un fenómeno que está aumentando en la entidad. Y la mayoría de las personas que falta es mujer.

Hueyapan es un municipio de la sierra Noriental del estado de Puebla y se encuentra a un par de horas de la capital del estado.
Justo en Hueyapan se acostumbra que los muchachos se lleven a las novias por unos días, sin avisar, y después regresen ya como pareja, el caso de Crescencia no fue así. “Aquí acostumbrados de que se vaya con el novio, se van unos tres días por mucho cuatro días y ya avisan que ya la tienen ahí, que ya se la llevó el muchacho y vienen con los papás y la muchacha a enseñarla que realmente la tienen ellos. Así se acostumbra acá. Así se acostumbra acá. Igual ella es muy responsable y nosotros cuando ella nos pedía permiso para salir a otro lugar al baile, nosotros no la dejábamos, luego es muy noche o no hay carros y pues le decíamos que no y ella decía pues ya ni modo, ya no voy. Siempre nos avisaba, nunca se escapaba, aunque nos enojemos o ella se enoje, se queda y después se le pasa, ya pa’la otra. Pero pues no. Aquí no nos han venido a ver ni nada, siempre nos avisaba, nos decía dónde quería ir, dónde iba, pero esta vez yo no supe”, dice su mamá.

La mamá de Crescencia sabe que se la llevaron. Es una corazonada de madre. La señora sólo se ve triste por instantes. Su voz, suave y aguda, se endurece cuando asegura que su hija no se fue por su propio gusto. En los papás de la muchacha apenas hay llanto. Su mamá es bajita y delgada, usa falda y zapatos de plástico; el cabello, largo y lacio, lo lleva amarrado. Parece como si su rostro no tuviera edad, de lejos parece una niña silenciosa, de mirada tímida, pero cuando dice que su hija no se fue por su propio gusto, alza la voz. Entonces es una mujer firme y está convencida de que a Crescencia, la mayor de sus tres hijos, alguien se la llevó.

Hay muchas fotos de la joven, todas guardadas en los cajones de un mueble frente a la cama en su cuarto. De cumpleaños le regalaron una recámara, cuentan sus papás. Sacan las fotos, las enseñan. Ahí está Claris con un vestido azul en su graduación, la otra es una especie de collage con su foto y un poema que un enamorado le regaló, la otra en un evento familiar en la iglesia. El primero en darse cuenta de que Crescencia no estaba fue su hermano, el más pequeño, fue a hablarle pero no la encontró. “¿Claris no está aquí?, le digo; no, no está aquí. Entonces ya llegué acá, estaba ella (su esposa) mis dos hijos, pero mi hija no estaba y ya le pregunté a su mamá, yo pensaba que estaba mi hija, no, no está, me dijeron.” Sólo se llevó su credencial y una tarjeta para cobrar del Conafe, y la ropa que llevaba puesta. Se acababa de bañar. La única que ha confirmado haberla visto fue la señora Juana, que estaba en Hueyapan, la cabecera municipal, a unos diez minutos de donde viven Claris y su familia. “Ella (la señora Juana) ella la vio caminando, la saludó y se fue, bien contenta con su pelo mojado.”

Los señores piden una y otra vez que quien se la llevó les diga dónde está. O que ella les llame, que les diga que está bien. Hasta el 26 de febrero no había ocurrido algún acontecimiento raro en la vida de Crescencia, o Claris, como le dicen en su casa. Se fue antes del atardecer. Cuando desapareció fueron con los tíos de la muchacha a Tlatlauquitepec, primero les dijeron que era normal, que posiblemente al rato se iba a reportar. Esperaron. Fueron al ayuntamiento pero les dijeron que como era mayor de edad tenían que esperar 72 horas para hacer la denuncia, y les preguntaron si tenían problemas familiares, si le habían pegado a su hija, “y pues no, nada de eso, estábamos bien, no teníamos ningún problema con ella. Inclusive un día antes salimos a vender y pues fue lo último que pasó y sabemos. Más adelante no supimos de ella, hasta la fecha.”