Todos los partidos pueden aliarse con los partidos que quieran, excepto el PRI con el PAN.

Más allá de que le den la razón al presidente López Obrador, que fue el primero en hablar del PRIAN, estos partidos han vomitado el uno sobre el otro de ida y vuelta.

En consecuencia: una alianza como la que estamos viendo es, faltaba menos, vomitiva.

Recuerdo el Huauchinango de los años setenta, donde los únicos panistas visibles eran los hermanos Hernández Bernal (don Julio, don Memo, don Juanito), dueños los primeros de la Papelería Delta.

El día de los comicios, llegaban los Hernández Bernal con sus papeles a cuidar las casillas.

A las ocho en punto iniciaba la votación.

A esa hora se tomaban el primer café del día.

Para entonces las urnas ya estaban rigurosamente embarazadas.

Todos lo sabían en las casillas, excepto don Julio y sus hermanos.

Al término de la votación, a la hora del conteo de votos, las casillas “zapato” abundaban.

Los hermanos Hernández Bernal tomaban sus cosas, declaraban que había habido fraude y se retiraban a sus casas.

Sólo don Juanito soltaba dos o tres mentadas a los priistas más cínicos de la región.

En los años noventa, siendo gobernador Mariano Piña Olaya, los panistas exhibieron una película en el Cine Puebla.

La función fue gratuita.

Ahí, Jorge Ocejo, Paco Fraile, Ángel Alonso Díaz Caneja y Ana Teresa Aranda, entre otros, mostraron un brutal fraude en la elección en la que Manuel Bartlett Díaz se hizo de la gubernatura poblana.

Mediante audios telefónicos, ilustrados con las fotos de los protagonistas, mostraron los cochupos de los priistas abiertamente.

El público reía de las gracejadas de los políticos del PRI, quienes se ponían de acuerdo por teléfono sobre el fraude en el que estaban participando.

Se hablaba de todo: de robo y quema de urnas, de alteración de actas, de dinero público para comprar el voto, de hombres armados asaltando casillas, de cooptación de funcionarios electorales…

Ufff.

Y el público, formado esencialmente por panistas, reía a carcajadas.

Los panistas siempre acusaron de ladrones y mapaches a los priistas.

Éstos, en cambio, no bajaban de hipócritas y comehostias a los albiazules.

Con el paso de los años las cosas empezaron a cambiar.

Ana Teresa Aranda, por ejemplo, fue acusada por el panista Carlos Ibáñez de recibir dádivas y maletas cargadas de dinero del marinismo, en tanto que Humberto Aguilar Coronado fue sorprendido por los morenovallistas apoyando a Javier López Zavala por debajo de la mesa.

Digamos que con Moreno Valle las cosas se relajaron a tal grado que empezaron a surgir favores de ida y vuelta ente priistas y panistas.

Por ejemplo: el presidente Enrique Peña Nieto, de filiación priista, apoyó con todo al panista Rafael Moreno Valle.

Éste, en reciprocidad, hacía ganar a varios candidatos del PRI en varias elecciones federales.

Han copulado de ida y vuelta pero siempre bajo el misterio y la discrecionalidad de esa oración católica:

No es por vicio

No es por fornicio

Es por hacer un hijo

En tu santo servicio.

Hoy lo harán abiertamente.

A los ojos de todos.

Con todo y manoseos, y cunnilingus.

Faltaba más.