En medio de la peor crisis de credibilidad y confianza del electorado nacional, el PRI cumplió 88 años de existencia. Su líder el presidente Enrique Peña Nieto, tiene estos días solo un 12% de aceptación y  enfrenta la más baja calificación que un presidente de la República ha registrado en los últimos tiempos.

Muchas circunstancias y condiciones del México actual han sido su herencia.

Pero son más, mucho más sus pendientes y rezagos.  

En una etapa de nuestra historia, su intervención redireccionó rumbos en la nación y abrió  nuevos espacios a la participación de los ciudadanos.

Padre de todos los partidos políticos en México, el PRI se enfrenta ahora,  a su propio espejo de la verdad, los hijos le han crecido y en el rechazo a su origen, justifican su disidencia.  

Desde los tiempos de Reyes Heroles, cuando se iniciaron los gobiernos de mayorías y minorías, desde aquellos fatales errores de su transformación de organizaciones a ciudadanos, el PRI no encuentra la identidad que necesita con la sociedad nacional, con la nación, con el tiempo.

El PRI también está preso en un nuevo tipo de acción política al que llegó cuando suplió su tradicional línea ideológica y la convirtió al pragmatismo de un “mercado” electoral, que controló con la disciplina y lealtad de sus organizaciones y sindicatos, pero que, al disolverlos, enfrentó un caos hasta ahora poco controlable y que ya le cobró su error, cuando fue expulsado del gobierno federal por 12 años que, para su suerte, fueron también desastrosos para el país, cuando el PAN no pudo, no supo o no quiso gobernar diferente.

Su regreso a la presidencia de la República, ha permitido transformaciones radicales que el mismo PRI no quiso tomar en al menos los últimos 40 años.  Sin embargo, en el largo plazo, los electores no confían, están acostumbrados a la mentira, al engaño, al incumplimiento.  

La nueva conducta electoral solo incluye el corto plazo, en el cual, lo que caiga, puede ser recibido, porque todos saben que, una vez elegidos los candidatos, no habrá nada, o lo que habrá no es lo que los ciudadanos quieren.

Sin embargo en su favor, debemos abonar que sus 88 años de experiencia le dan, como decía mi abuelita, sabiduría, “porque el diablo es el diablo, no por malo, sino por viejo” decía doña Evita.

En los 12 años que no gobernó al país, el PRI desempeñó una función muy importante, fue la “bisagra” que impidió se rompiera el orden constitucional, lo que le permite una autoridad mayor por encima de los demás partidos.

Ahora con todo lo que he dicho y más que me faltó decir, puedo afirmar que, todos los caminos electorales pasan por el PRI.   Es cierto el PRI envejece, poco a poco se ha alejado o lo han alejado los ciudadanos, pero sigue siendo el referente central de una democracia a la que, el PRI, si ha contribuido e innovado, aún pagando el mismo partido los costos en su liderazgo.

El 2018 comenzó ya, todas y todos estamos ya en ese proceso electoral.  Es cierto si hoy fueran las elecciones presidenciales el PRI las perdería. Indudable e  inobjetable verdad.  Pero el PRI aún está vivo y no tullido, ni cojo, ni manco.

Las elecciones federales se cierran, como en dominó a un juego de tres partidos, PRI, PAN, MORENA, los tres tienen problemas estructurales y de identidad con los electores muy graves y significativos.Ninguno en este momento podría asegurar ganar la presidencia de la república ni las elecciones federales, que, con comodidad, en el poder legislativo podemos anticipar se dividirá en tres partes mayores y otra, para la pipitilla.

Y finalmente, todos los analistas coinciden en que si bien el PRI pudiera perder la presidencia de la República, el PRI, es el único partido que impondrá las condiciones de la próxima elección.