La creencia popular desde hace muchos años, nos previene para entender que, cuando alguien en el gobierno federal dice que algo no subirá de precio, viene lo contrario.
Este septiembre nos dará una oportunidad más, para comprobarlo: Suben precios en gasolina, diésel y luz.
Faltan razones para explicar los nuevos aumentos a los precios de estos energéticos.
Sobran palabras para comprobar la mentira gubernamental y justificar el cinismo, su indolencia y su perversión.
Mentira, porque promovieron, lograron y sustentaron la última reforma energética, sobre el compromiso de que, los precios de los combustibles y la energía eléctrica, bajarían.
Cinismo, pues no buscan legitimizar sus decisiones, cuando los del gobierno y sus socios lo necesitan, solo las anuncian con argumentos difíciles de comprender en la economía de las familias.
Indolencia, ya que no les importa ni lo que sientan o piensen los consumidores de energéticos.
Y perversión porque solo buscan mejorar las finanzas del gobierno federal, sin importarles que la corrupción imperante impida que la mayor recaudación fiscal llegue a las familias.
Pero encima de todo es la desconfianza el perjuicio mayor.
Pocos en este país creen y confían en las decisiones federales.
Es difícil pensar que la reforma energética, que al PRI le costó decidir más de 36 años y dos sexenios fuera de la presidencia de la república, pueda entenderse como benéfica.
La idea central de estos aumentos se deriva de UN IMPUESTO ESPECIAL SOBRE PRODUCCIÓN Y SERVICIOS A LOS COMBUSTIBLES que durante el primer semestre de este año ha elevado las finanzas públicas y salvado al gobierno federal de la quiebra. Son 4 pesos los que se cobran por litro de gasolina y este ha sido el milagro. El gobierno federal cobró 143 mil 615 millones de pesos, 40 mil millones más de lo esperado y por eso, el gobierno federal insistirá en esta medida.
Sin embargo elevar impuestos a estas alturas sería un riesgo mayo que no pueden correr. El mecanismo fiscal ha funcionado, solo hay que elevar la base del impuesto.
Establecieron una banda de flotación de los precios de gasolina y diésel de un 3%, hacia arriba o hacia abajo, de los precios internacionales. Como les ha ido bien, planean, para el próximo año, elevar ese 3%.
Esto significa una sola cosa: para el 2017 seguirán subiendo los precios de las gasolinas, el diésel y otros combustibles y por lo tanto la luz.
Qué difícil es para uno, entender estos mecanismos, cuando operan en nuestra contra.
Me explico, para este año los diputados federales a petición de la Presidencia de la República aprobaron límites mínimos y máximos para los precios de las gasolinas y el diésel.
La gasolina Premiun, ya llegó a ese máximo desde julio en 14 pesos 81 centavos, por eso ya no podrá subir en este año.
Pero la magna, la que más se compra, en 13 pesos 96 centavos, aún tenía 2 centavos que le faltaban para crecer, con eso llega a su tope máximo. En lo que va del año ha subido 82 centavos.
Donde no se midieron fue en el diésel, combustible utilizado en mayor proporción para la producción de bienes y servicios, este sube 47 centavos más para venderse en 14 pesos 45 centavos, pero, aún tendría para subir antes de fin de año hasta 14 pesos 63 centavos.
Y como subirán los precios de los combustibles, también subirán los de la luz, faltaba más.
En las tres categorías de consumo de energía eléctrica habrá aumentos de precios a partir del primero de septiembre.
Para los industriales el aumento será de 6.5% y 8.4%.
En el comercio el aumento irá de 8.6% al 9.4%.
Para las familias que consumen mucha luz, el aumento será de 9.3%
Como han cambiado las cosas en este país. Antes el primero de septiembre era esperado para buenas nuevas, aumentos sí, pero en ingresos y beneficios. Ahora solo anuncios negativos se esperan.
El valor de decidir estos aumentos, solo podría ser entendido, si el gobierno federal anunciara la disminución de los elevadísimos salarios y gastos de los altos funcionarios, diputados, senadores, magistrados o ministros de la Corte de Justicia o la cancelación de las cuantiosísimas cantidades de dinero que se dan a los organismos electorales y a los partidos políticos o al menos, la eliminación de las también enormes cantidades de dinero que se gastan en los medios de comunicación para que no vean ni oigan, lo que no se debe ver ni oir.
Pero eso no sucederá, echaría a perder el lado original del gobierno federal mexicano.
No lo veremos, al menos, los que estamos leyendo esto. Aguántela!