Hace mucho tiempo para obtener una candidatura a un puesto de elección, municipal, estatal o federal, habría que ser presidente de su partido en los mismos niveles.

Por un largo periodo hasta se llegó a pensar y creer que era un requisito.

Pero, la ley de cangrejo, intuyó, promovió y obtuvo que se fuera construyendo la idea de que eso era injusto y por lo tanto inmoral.

Así varios partidos comenzaron por definir en sus estatutos o reglas internas que la presidencia o dirección del partido y una candidatura eran mutuamente excluyentes.

Y así lo empezaron a entender muchos aspirantes.

Sin embargo, la fuerza de la costumbre, la necesidad o las malas mañas  comenzaron a minar ese acuerdo que pudo haber contribuido a sanear la vida democrática interna en cada partido.

Finalmente, habría que entender que quien maneja las estructuras de militantes, el presupuesto del partido y las historias personales de cada uno, tendría siempre, una ventaja.

Por qué no aprovecharla en su beneficio?

Y por diversos caminos alternativos, bajo diferentes estrategias, intentaron saltar ese prerrequisito estatutario en cada uno de sus partidos.

Sobre todo, a partir de unos pocos años, cuando las autoridades electorales prohibieron a los partidos políticos contratar publicidad en los medios masivos de comunicación.

Aplicaron la ley que le otorga al gobierno, unos espacios en radio y televisión, para que los partidos políticos no gastaran dinero, a cambio de eso, el IFE ó ahora el INE, controlarían, los tiempos, los contenidos y podrían vetar cuando fuera necesario las acciones de publicidad de los partidos políticos.

Igual pasó con los periódicos, revistas o materiales impresos.

Poco acceso pagado a ellos.

Finalmente, los partidos también recibieron el control de que solo se podría pedir el voto, en cualquier circunstancia, solo cuando el periodo oficial electoral fuera aperturado.

Ningún aspirante, ningún partido podría hacerlo fuera de esos tiempos bien señalados.

Fuera de esos tiempos, los partidos utilizarían los espacios en medios, para promover su ideología, sus actividades, sus compromisos pero no a personas.

Y otra vez a las andadas, los líderes partidistas se las arreglaron para salir en cuerpo completo en cada uno de sus mensajes propagandísticas.

Así lo hizo recientemente, ANDRES MANUEL LOPEZ OBRADOR, por cierto con una campaña muy agresiva, en la cual, sin decirlo se posesionaba como aspirante presidencial.

La dureza de las críticas al gobierno, la verdadera promoción de su persona y la eficiencia de sus mensajes hicieron que las autoridades, presionadas por los otros partidos, lo vetara.  Aún con todo, sigue saliendo.

Pero un líder, inteligentemente, en bajo nivel, sin sugerir que las aspiraciones de candidato presidencial fueran posible pensarlas, se coló.  Se coló hasta la cocina.

RICARDO ANAYA, dirigente nacional de PAN, se posesionó como un candidato bastante competitivo por su partido, sin que las autoridades electorales lo advirtieran, sin que los otros aspirantes lo entendieran.

Ahora ya les cayó el veinte.  

MARGARITA ZAVALA Y RAFAEL MORENO VALLE, los otros dos aspirantes panistas, han pedido que o deje el liderazgo del partido o abandone sus pretensiones de ser el candidato panista a la presidencia de la república en el 2018.

A pesar de ello, ANAYA tratará de quedarse con el partido y seguramente, intentará conciliar intereses con los otros aspirantes hasta hoy, visibles.

MARGARITA ZAVALA podría evadir su petición, siempre y cuando ANAYA se una a su aspiración, de manera abierta o encubierta.   En eso estriba su costo de oportunidad.

Para el gobernador poblano es al revés, se vaya o se quede ANAYA, MORENO VALLE INCREMENTARA SUS POSIBILIDADES DE SER EL CANDIDATO PRESIDENCIAL.

Conociendo la firmeza de carácter, la rudeza de cómo trabaja y la eficiencia de cómo convence, RAFAEL Pero RAFAEL MORENO VALLE, tiene que ir en contrario, pues se supone que si alguien le estorba a MORENO VALLE, obtendrá de esta situación ventajas muy reales que lo acercarán a la candidatura presidencial panista, se quede o se vaya RICARDO ANAYA.

Y quienes conocen al gobernador poblano, saben que donde pone el ojo, pone la bala.

MORENO VALLE, ya se trepó en el caballo de la sucesión y no se bajará, hasta lograr la nominación y todo indica que tiene posibilidades reales e inmediatas.