En los últimos meses, los vaporizadores de cannabis se han convertido en una moda peligrosa entre adolescentes, quienes los adquieren con facilidad a través de redes sociales, en tianguis e incluso dentro de las mismas escuelas, donde algunos alumnos los ofrecen a sus compañeros. Con precios que van desde los 300 hasta los 800 pesos por dispositivo y cartuchos de recarga que rondan los 200 pesos, su bajo costo y la idea de que no dejan olor evidente los hacen pasar desapercibidos en espacios públicos.

Los jóvenes los consumen motivados por la curiosidad, la presión social y la falsa creencia de que son más seguros que fumar marihuana en su forma tradicional. Sin embargo, los especialistas advierten que el uso frecuente puede causar daños severos como problemas respiratorios, pérdida de memoria, ansiedad e incluso episodios de vómito crónico asociado al consumo prolongado de cannabis. La facilidad para ocultar su uso convierte a estos dispositivos en un riesgo mayor dentro del entorno escolar y familiar.

Ante este panorama, los padres deben estar atentos a cambios de conducta, somnolencia excesiva, irritabilidad o un gasto inusual de dinero en sus hijos. Aunque los vaporizadores no desprenden el olor fuerte característico de la marihuana, sí existen señales indirectas que pueden alertar a la familia. La vigilancia cercana y el diálogo abierto resultan claves para detectar y frenar a tiempo una práctica que amenaza con convertirse en una adicción silenciosa.