Las lluvias que han azotado el centro y oriente del país durante los últimos días han dejado un panorama de devastación en Puebla y Veracruz. Lo que comenzó como una serie de tormentas intensas se convirtió en una emergencia humanitaria que mantiene a miles de familias sin hogar, carreteras destruidas y comunidades enteras incomunicadas.
En Puebla, la Sierra Norte ha sido la más afectada. Las precipitaciones torrenciales provocaron deslaves, desbordamientos de ríos y daños estructurales en viviendas e infraestructura. La Coordinación Nacional de Protección Civil confirmó la muerte de al menos nueve personas, 16 mil viviendas dañadas y 83 derrumbes registrados en distintos municipios, entre ellos Xicotepec, Huauchinango, Teziutlán y Jalpan. Más de 26 mil usuarios continúan sin electricidad, y cerca de 30 mil personas han sido afectadas directa o indirectamente por las lluvias.
El gobernador Alejandro Armenta desplegó, junto al Ejército y la Marina, maquinaria pesada, helicópteros y brigadas del Plan DN-III-E para abrir caminos, rescatar a familias atrapadas y llevar alimentos a las zonas más dañadas. Sin embargo, las lluvias continúan y el riesgo de nuevos deslaves mantiene la alerta en varios municipios.
Veracruz vive un escenario igual de crítico. Las tormentas dejaron al menos cinco muertos, 55 municipios afectados y más de 16 mil viviendas dañadas. En Poza Rica, el desbordamiento del río Cazones inundó barrios completos, mientras que en Álamo, Papantla y Tuxpan se reportan miles de damnificados y daños graves en la red eléctrica y de carreteras.
Las autoridades federales confirmaron que Veracruz es el estado con más afectaciones en esta emergencia nacional. Equipos del Ejército, la Marina y Protección Civil trabajan día y noche para rescatar personas, habilitar albergues y restaurar los servicios básicos. A pesar de los esfuerzos, decenas de comunidades siguen aisladas entre el lodo, el agua y el miedo a que las lluvias no terminen pronto.
Tanto en Puebla como en Veracruz, el cielo no ha dado tregua. Entre el dolor y la pérdida, miles de familias esperan que, cuando las aguas bajen, quede algo en pie para volver a empezar.