El 19 de Septiembre es una fecha que pesa en el corazón de México. Ese día nos recuerda que la tierra puede estremecerse con tal fuerza que cambia destinos en cuestión de segundos. Las muertes que han ocurrido en los distintos sismos de esta fecha no son números ni datos fríos: fueron personas con familia, con proyectos, con sueños que se apagaron de manera inesperada.

Pensar en ellas es un recordatorio de lo frágil que es la vida, pero también de lo fuerte que puede ser la solidaridad. Tras cada tragedia hemos visto cómo desconocidos se convierten en hermanos, cómo la ayuda aparece desde el rincón más lejano, cómo la empatía nos levanta incluso cuando el suelo se ha caído bajo nuestros pies.

Recordar a quienes murieron no debe quedarse en la tristeza. Honrarlos implica aprender, prevenir, exigir que nuestras ciudades y nuestras autoridades estén a la altura de la vida que deben proteger. Cada 19 de septiembre nos toca no solo hacer memoria, sino transformar el dolor en responsabilidad y la pérdida en un compromiso colectivo: que nunca más nos sorprenda un sismo sin estar preparados.