Don Jaime Gómez Palacios, originario de Tlatlauquitepec, es una de esas personas que forman parte del alma del pueblo. Desde 2007 trabaja como sacristán en la Parroquia de Santa María de la Asunción, donde su presencia es constante, firme y confiable. Los jueves, día de plaza, se le puede ver en otro de sus oficios: vendiendo electrodomésticos y ofreciendo sus servicios como técnico. Con paciencia y dedicación, ayuda a que las cocinas de muchas familias sigan funcionando.

A don Jaime muchos le dicen con cariño “Jimmy”. Tiene un carácter tranquilo, una amabilidad que no se le acaba, y una seriedad que aparece en los momentos que lo requieren. Es estricto cuando se trata del mantenimiento del templo, y en su labor como técnico no se le va un detalle. Pero lo que más llama la atención es su sonrisa y ese manojo de llaves que lleva al cinto, símbolo de su responsabilidad. No falta quien, entre guasas, le dice que son las llaves del Reino de los Cielos o que trae las de San Pedro.

Una de sus tareas más simbólicas es echar las campanas al vuelo, anunciando la misa con ese sonido que parece envolver todo el pueblo. También le toca hacerlas doblar cuando alguien ha partido, y lo hace con ese respeto profundo que debe existir ante el llamado a la presencia de Dios.

Don Jaime es conocido en el pueblo y en sus alrededores. Tiene amigos por todos lados, pero más que eso, tiene el respeto de quienes lo han visto dedicar su vida al trabajo, a su familia y a su fe. Es de esos hombres que no necesitan hacer mucho ruido para dejar huella, aunque a él le gusta hacer tañir las campanas para el regocijo del pueblo al llamado de misa de 12 los Domingos y durante los festejos a la patrona de Tlatlauquitepec.