Ser padre en México se ha convertido en una tarea que, además de las responsabilidades inherentes, conlleva una constante preocupación por la seguridad y el bienestar de los hijos. La creciente violencia, la inseguridad, la drogadicción y la corrupción de menores son factores que alimentan el temor de las familias mexicanas.

Según datos del INEGI, en 2023 se estimaron 21.9 millones de víctimas de delitos en el país, lo que equivale a una tasa de 23,323 víctimas por cada 100,000 habitantes, cifra superior a la de 2022.

Esta situación refleja una descomposición social que impacta directamente en la percepción de seguridad de la población y más en padres y madres. La violencia no distingue edades y, lamentablemente, los jóvenes son uno de los sectores más afectados, cada año, se registran más de 33,000 delitos contra menores de edad y más de 13,000 homicidios, siendo la principal causa de muerte entre personas de 15 a 35 años las agresiones y homicidios.

Además, la drogadicción y la corrupción de menores son problemas latentes que ponen en riesgo el futuro de las nuevas generaciones, la facilidad de acceso a sustancias ilícitas y la falta de oportunidades educativas y laborales son factores que incrementan la vulnerabilidad de los jóvenes.

La trata de personas es otro flagelo que atenta contra la integridad de niños y adolescentes. Según datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), se han implementado programas para sensibilizar y combatir este delito en diversas regiones de México. Sin embargo, la persistencia de estos crímenes evidencia una descomposición social que requiere atención urgente.

La combinación de violencia, inseguridad, drogadicción y trata de personas crea un entorno hostil que dificulta la crianza y el desarrollo saludable de las futuras generaciones.

En este contexto, ser padre en México implica enfrentar diariamente el miedo de que los hijos sean víctimas de una sociedad que lucha contra múltiples adversidades. Es imperativo que las autoridades y la sociedad civil trabajen conjuntamente para reconstruir el tejido social, ofreciendo entornos seguros y oportunidades reales que permitan a los jóvenes alejarse de la violencia y las adicciones, garantizando así un futuro más prometedor para todos.