En 1999, la depresión tropical número 11 provocó 14 días de lluvias continuas y dejó más de 250 muertos, miles de damnificados y una huella imborrable en la historia de la Sierra Norte.

Han pasado 26 años desde que la Sierra Norte de Puebla enfrentó uno de los desastres naturales más devastadores de su historia. En octubre de 1999, la depresión tropical número 11 transformó las montañas en ríos de lodo y destruyó comunidades enteras. Aquellos días de lluvia marcaron para siempre la memoria de una región acostumbrada a resistir.

La tormenta se formó el 3 de octubre de 1999 en el Golfo de México. Para el día 5, un leve sismo fue el presagio del desastre. Horas más tarde, la lluvia no se detuvo. En Teziutlán y Tlatlauquitepec, así como en distintas zonas de la Sierra Norte, los cerros se desgajaron, los ríos se desbordaron y decenas de familias quedaron atrapadas bajo toneladas de tierra y agua.

Durante 14 días consecutivos, las precipitaciones acumularon casi 900 milímetros de agua, el equivalente a un año completo de lluvia. Las consecuencias fueron devastadoras:

– 256 personas fallecidas y 55 desaparecidas

– Más de 43 mil personas en albergues

– 16,511 viviendas afectadas

– 699 escuelas dañadas

– 609 tramos carreteros destruidos

– Además de afectaciones a centros de salud, patrimonio cultural y edificios públicos.

El entonces gobernador Melquiades Morales Flores, acompañado del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, declaró que se trataba de la peor tragedia nacional de la década. El rescate y la reconstrucción movilizaron al Ejército, Protección Civil y a miles de voluntarios que trabajaron durante semanas entre lodo, escombros y caminos colapsados.

Con el paso del tiempo, aquella tragedia se convirtió en una lección. En los años siguientes, la región fortaleció su sistema de prevención y respuesta ante desastres naturales, implementando alertas tempranas, obras hidráulicas y programas comunitarios que hoy salvan vidas en cada temporada de lluvias.

A 26 años de las lluvias de octubre de 1999, la Sierra Norte de Puebla mantiene viva la memoria de sus víctimas y la fuerza de quienes sobrevivieron. En Teziutlán y Tlatlauquitepec, el recuerdo de aquella avalancha no se borra, pero se transforma en un símbolo de resiliencia y unión ante la fuerza implacable de la naturaleza.