De manera constante cuando establezco conversaciones con amigos, que son de municipios vecinos, me preguntan qué es lo que hace mágico a Tlatlauquitepec entre otros comentarios que prefiero ahorrarme en este espacio… De manera sencilla les contesto que son sus riquezas naturales, su gastronomía, la arquitectura de sus calles y sin duda la calidad de mucha gente que reside en el municipio, sin embargo, esa es una respuesta limitada y que por supuesto, no les convence del todo.
Una de las principales razones que hacen que la gente de fuera —y del mismo municipio— digan que Tlatlauquitepec no merece ser nombrado “Pueblo Mágico” es sin duda la cuestión de la comparación tal es el caso Cuetzalan, que por la ubicación geográfica, la mayoría de los que habitamos en la región lo conocemos y claro que nos sorprendemos de la belleza de sus calles empedradas, de la gente que transita en ellas y sin duda de su cultura en todo sentido, no obstante se debe de entender que cada uno tiene lo suyo a su manera. Así pues, en estas líneas pretendo resaltar como lo dice el título de la columna, el orgullo de ser tlatlauquense, el orgullo de nacer, vivir o crecer en uno de los municipios con una de las extensiones territoriales más grandes de todo el estado y que nos permite, tener la capacidad de poseer 4 microclimas que facilitan el cultivo de muchos productos que se exportan a todo el país y que le permiten a los visitantes de disfrutar de diversas actividades, en cada región en la que se encuentre.
Sin duda no puedo pasar por desapercibido la grandeza gastronómica que podemos encontrar en todo el año y en determinada estaciones del mismo, algo así como disfrutar del Tlayoyo en cualquier momento del día, cualquier día o tener la ventaja de probar —gracias a la fe de muchas familias—,la deliciosa torta de camarón que se prepara en las cocinas tlatlauquenses en la temporada de semana santa y así podría enlistar un extensa variedad de platillos, que si bien no sólo se preparan en Tlatlauquitepec sino en toda la región, el hecho de probarlos aquí es una experiencia auténtica.
El orgullo de ser tlatlauquense, está en su historia de personajes ilustres como lo fuera la familia del Flaco de Oro: Agustín Lara, de su hermana Teresita Lara, quien fuera ella la que escribiera varias de las famosas canciones que él cantara, en el ser pertenecientes de la tierra del Coronel Andrés Mirón, quien con su lucha le entregara a nuestro estado grandes aportaciones a la consolidación de la Batalla de Puebla. El ser tlatlauquense está en su cultura, en sus artesanías, en sus conocidos Vinos de frutas, en sus paisajes naturales, como lo es la presa de La soledad en Mazatepec, la cascada de Puxtla con más de 40 metros de altura y sin duda el guardián de Tlatlauquitepec, que con su efecto al amanecer y al atardecer le dan el nombre a nuestro municipio de “Cerro que arde o Cerro que colorea” el majestuoso Cerro Cabezón.
No quisiera extenderme pero tampoco puedo evitar hablar de la arquitectura propia de casa-habitación que se puede apreciar en las calles del centro, así como la de el Ex convento Franciscano fundado en 1531 y de estilo gótico, como una de las joyas más preciadas para los tlatlauquenses, finalmente La plaza de armas o Parque central, con una de las vistas más extraordinarias y un sensación de bienestar y tranquilidad.
Hoy por hoy quisiera invitar a todos los tlatlauquenses a conocer de todos estos lugares y a dejar atrás esa apatía que distingue a muchos y que tanto afecta al municipio, a dejar de comparar y comenzar a apreciar, a creer en la belleza de Tlatlauquitepec e invitar cada vez más a nuestros familiares y amigos a conocer esta tierra de tranquilidad y bienestar, porque eso es amor por Tlatlauquitepec y ese es precisamente el orgullo de ser serrano, es el orgullo de ser tlatlauquense.
Esperando que se encuentre muy bien estimado lector, reciba un cálido saludo por parte de su servidor: Martín Urbano y como siempre, dispuesto al dialogo y a escuchar sus opiniones.
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