Ayer la grey católica salió a las calles a protestar contra la legalización de las uniones entre personas del mismo sexo y su posibilidad legal de adoptar a menores.

Ejercen sus derechos y expresan libremente sus voces y acciones.

Hacen política y su vínculo de unión es su iglesia.

La iglesia católica siempre ha hecho política, aunque solo en muy contados casos públicos actúa como tal.

Los tiempos han cambiado  desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, los ministros de culto obtuvieron el reconocimiento de la ley a sus derechos políticos, con algunas adicionales en términos de requisitos.

Antes de que eso fuera posible, pregunté a un arzobispo, ahora emérito, por qué los sacerdotes y la iglesia católica no salían a las calles a exigir sus derechos políticos.  El NO fue rotundo e inmediato: “el pueblo católico sale a las calles a procesionar, pero no apoyaría a sus sacerdotes en cuestiones políticas”.

Ayer lo hicieron.

Respetable.

A lo mejor no quieren añadir otra distorsión más, a un modelo de familia que, en México, ya no es ni único, ni el mayoritario, y contra el cual, pesa el disimulo y la tolerancia que es cierto, amenaza con terminar de destruirla.

Me atrevería a pensar que en nuestro país, de cada 3 familias, solo una pudiera recibir el calificativo de familia natural, familia original, familia bíblica:  MAMA, PAPA, HIJOS.

En las otras dos, o falta el padre, o falta la madre y a veces faltan los dos.

Esa realidad nadie puede negarla, ocultarla a lo mejor, ignorarla siempre.

Y contra esa verdad, la protesta de ayer, no incluyó, siquiera una mención.

Tampoco se habló del derecho de los sacerdotes a integrar una familia clásica y abandonar, en algunos casos, las familias no clásicas.

Ese pecado de omisión, pudiera también, atacar al modelo de familia clásica o tradicional.

Estoy de acuerdo en defender al modelo de familia tradicional, porque es, además, la célula básica de la sociedad y de la perpetuación de la especie.

Estoy de acuerdo,  aunque yo sí conozco lo que fue haber crecido en una familia a la que Dios bendijo con una madre, que al mismo tiempo fue mi padre y a quien, alguna vez, un sacerdote negó la bendición de la garganta por ser madre soltera.

 

Estoy de acuerdo en defender a la familia, porque también conozco lo que es el divorcio.

Estoy de acuerdo en la lucha de los  católicos porque también es mi iglesia.

En lo que no estoy de acuerdo es en el sentido político que le ha dado a un conjunto de asuntos de libertad de las personas.

En lo que no estoy de acuerdo es en la parcialidad, en la insuficiencia de una lucha política que no integra a todas las realidades de la familia mexicana y a las que, nuestra omisión condena a multiplicarse.

Reconocer todas las realidades, incluirlas en nuestro catálogo de remordimientos de conciencia y de necesidad de absolución, es congruente con el mandamiento. Respetarlas es  imperativo de amor, base de la doctrina. Incluirlas  y respetarlas son finalmente el pilar fundamental de la MISERICORDIA a cuya práctica y multiplicación, los católicos de todo el mundo, dedicamos este año.

O como dijera mi abuelita: “se hace más con miel, que con hiel”

Ahh  qué difícil  es tratar  con honestidad  los asuntos de la sociedad contemporánea.. A lo mejor nos ayudaría recordar la Escritura.. “el que esté libre de culpas……..arroje la primera piedra”