Tanto peca el que mata a la vaca, como el que le toma la pata.

El refrán popular es sabiduría y tiene poco desperdicio.

Los gobernadores estatales, los 32, habían estado acostumbrados a obedecer y a pedir.

Obedecer al Presidente de la República en turno y pedir, más ayudas extraordinarias en dinero, obras o poder.

Cuando ese modelo se rompió en ese fatídico año 2000, por primera vez, la mayoría de gobernadores no tuvo Presidente al que obedecer.

Pero, entonces,  ni el nuevo Presidente proveniente de lo que fue la oposición durante más de 40 años ni los gobernadores panistas tenían oficio ni experiencia. Poco pudieron hacer para innovar el gobierno federal.

La mayoría de gobernadores, priístas de origen, cursaron por un breve periodo de orfandad y luego emergieron como un bloque que, asustado por lo que pasaba, decidieron ejercer, quizá por primera vez y a medias, el poder que las leyes, siempre les había concedido pero que habían echado a un lado por aquello de estar siempre preguntando y obedeciendo a la “fuente del poder” así se referían al Presidente de la República en turno.

Los gobernadores decidieron reproducir en su territorio estatal, el modelo, es decir autorizar, ellos, personalmente todo. 12 años duró esta experiencia.  El regreso del PRI a la presidencia nacional volvió a cambiar todo.

Los gobernadores estatales solos o en bloque, habían ensanchado sus posibilidades de ejercer en realidad sus funciones.  A tal grado, que ahora vemos, algunos llegaron a los abusos extremos de la confianza que sus paisanos les habían depositado.

Entre la corrupción, la ineficiencia o la distracción, el grupo de gobernadores ha visto disminuir su poder real y su autoridad. Por supuesto, algunos se salvan en alguno de los tres pecados, pero no en más de dos.

La sola posibilidad de que vuelva a existir otra alternancia política en la Presidencia de la República, ha abierto, este debate, en términos de mayor dureza y a veces crueldad.  Ganada según muchos, derivada, según otros de su distracción o ineficiencia.

Hoy, los gobernadores no han podido formar corriente de opinión en el debate nacional, porque además están presos en sus militancias políticas de origen, que no en su  desempeño.

La Confederación  Nacional de Gobernadores, CONAGO, pudo haber sido una oportunidad excelente. Pero en ella, hay al menos 3 bloques de gobernadores, uno por cada partido político nacional fuerte, que si bien representan la pluralidad de intereses de los gobernadores, no integran la fuerza necesaria para poder influir en el ejercicio nacional del poder.  Si acaso algunos solo en su territorio estatal, otros ni en su propia casa.

El tema que más los evidencía es el de la seguridad pública, responsabilidad legal directamente asignadas a los gobernadores estatales. Pocos han podido mantener estos problemas en niveles manejables, otros no, a pesar de la intervención federal.

La corrupción mantiene rehenes a los gobernadores.   En tonos de ironía popular, el dicho confirma, quienes han sido calificados de corruptos y cuales pronto podrán serlo.  Muy pocos salvan este escollo.

Los académicos dirán que es urgente revisar los términos del pacto federal integrado por los  estados que constituyen nuestra república.  Es posible que sea necesario.  Pero lo que es urgente, es que los gobernadores asuman su papel con total honestidad y máxima eficiencia social.

Para ello se necesita tener, las manos limpias y gobernar sin filiación partidista.

Esto último está haciendo mucho daño al país y por sus malos resultados, también  a sus partidos políticos, a los que, en lugar de hacer respetables, les confirman como carreteras irresponsables de lo indebido, de lo inmoral, de lo inservible.

No puede caber la mínima duda, los gobernadores, deben revisar su desempeño y autoevaluarse como líderes, no quedarse como administradores de recursos y menos como apropiadores ilegales de los mismos.