Antes de hablar cerciórese tener la lengua conectada al cerebro, dice una vieja leyenda impresa que antes, cuando se pensaba la radio, existía en toda cabina de transmisión que se preciaba de ser respetable.
Ahora la radio de mayor número de radioescuchas se improvisa, el mejor guion es que no hay guion y esa frescura que raya en la irreverencia es lo que gusta a los radioescuchas.
En la televisión pasa algo parecido, aunque no tan intenso como en la radio.
Esos cambios en la naturaleza de los medios de comunicación más frecuentados, hasta hace unos 10 años, ha reasignado la responsabilidad de los locutores y está transformando la estructura formal, a veces solemne que caracterizó a los principales programas y tipificó a los mejores locutores hasta el día de hoy.
Pero esos locutores ya se fueron.
Se fueron con los “mejores tiempos de la radio y la televisión”.
Hace años, cuando comencé de locutor, había que presentar y aprobar un examen. Se trataba de demostrar las competencias de dicción, repitiendo una serie de “trabalenguas”, adicionalmente se improvisaba la presentación de programas que le señalaban, entrevistas, etc.
El examen escrito incluía una serie de preguntas sobre Historia, nacional y universal; Geografía, Civismo, redacción, ortografía y, vaya cosas de la locución antigua, fundamentos generales de inglés y a veces francés.
Lo importante de ese examen es que era el requisito inevitable para poder hablar en radio y televisión.
En los 70’s fue mi principal problema, sobre todo cuando, al aire en XHIT RADIO FIESTA, producíamos y emitíamos un noticiero en la ciudad de Puebla, el más escuchado en su tiempo y por influencia de otro gran periodista y de la CTM, a la cual pertenecía el sindicato de locutores, el equipo fuimos recluídos a la transmisión por teléfono, única vía permitida para los que no teníamos la licencia.
Años antes, en XEFJ, había iniciado mi incursión en la radio, en un programa de nuestra ESFAA y luego por extensión y curiosidad como asistente informal, es decir no pagado, de algunos locutores en cabina.
Fue después de 1978, cuando iniciamos una aventura formal con un noticiero, primero sabatino y luego diario que estuvo muchos años al aire y después, tuve el honor y lujo de enlazar, creo fue la única vez en la historia reciente de los últimos 40 años, a XEFJ y a XEOL, noticias fue mi mejor experiencia por más de 20 años.
Recuerdo esta anécdota para rendir homenaje a grandes señores de la Radio, como ROBERTO ROMERO RIVERA, RAUL VILLALOBOS MARQUEZ, BRUNO PEREZ VAZQUEZ, HUGO REYES CASTAÑEDA y GUADALUPE MARTINEZ ORTEGA, a quienes debo una excelente lección de capacidad para comunicarme con mis paisanos.
Ayer fue el DIA DEL LOCUTOR, o en su versión moderna, el DIA DE LOS TRABAJADORES DE LA RADIO Y LA TELEVISION.
En agradecimiento a todos los que he tenido el honor de escuchar y con los que he tenido el privilegio de trabajar al aire, pudo decirles que ser locutor es un menú de oportunidades para compartir en un espacio ficticio y real al mismo tiempo, con un universo humano que solo cuando se encierra uno en una cabina de transmisión, aprende a valorar.
Qué difícil es hablar para quienes uno no ve, pero sabe que ellos sí nos ven, nos oyen, nos critican y lo que es más importante, nos siguen en criterio y conductas.
No es fácil ser locutor, hay que aprender a guardar el pensamiento individual, egoísta y oportunista para emitir una voz de interés colectivo, de sentido común para poder integrarse a los que nos escuchan o ven, una voz de servicio y utilidad que quizá nunca sepamos, sirvió para algo, porque también hay que decirlo, a veces los radioescuchas, los televidentes, no se toman la molestia de decirnos si les ayudamos o les estorbamos.
Sin embargo nada se compara con la enorme familias de muchos miles de familias que nos acompañan en las cabinas de radio o en los estudios de televisión. Mi envidia a los locutores y locutoras que aún, hoy, tienen el privilegio de hacer de la radio y la televisión el lazo que une, fortifica y multiplica el sentir humano.
A todos ellos mi agradecimiento y admiración.




