El gobierno de México anunció un incremento significativo en los aranceles a los vehículos importados desde China, que pasarán del 20 al 50 por ciento. La medida fue presentada como una acción para proteger a la industria automotriz nacional frente a la creciente ola de autos asiáticos que han ganado terreno en el mercado mexicano por sus bajos costos.

La respuesta de Pekín no se hizo esperar: calificó la decisión como una acción hostil y acusó a México de ceder a las presiones de Estados Unidos. Para el gobierno chino, este incremento en los impuestos afecta directamente a sus exportaciones y representa un retroceso en las relaciones comerciales bilaterales.

En contraste, la administración mexicana defendió la medida asegurando que busca equilibrar la competencia y salvaguardar miles de empleos en la cadena automotriz nacional. El anuncio abre un nuevo capítulo en las tensiones comerciales entre ambos países, al tiempo que consolida la postura de México de fortalecer su mercado interno aun a costa de generar fricciones con una de las principales potencias económicas del mundo.