Reyes

En el actual mercado electoral, la militancia es lo más importante que tienen de valor los partidos políticos .
En las conductas de los electores, refugiados en las oportunidades de venta de sus votos, o acostumbrados a la migración efímera entre partidos políticos, pesa más, el compromiso de pacto temporal en una campaña que su lealtad a una ideología.
No cabe duda, estamos en la época del fin de las ideologías, el fin de la historia, como dijera Francis Fukuyama.

Ahora ninguno daría la vida por sus ideas, menos por sus partidos políticos.

Con todo, las elecciones se ganan con votos y éstos solo los proporcionan los militantes, que comprados o amenazados, los emiten y depositan en las urnas el día de la elección. Si lo más importante que tienen los partidos, son sus militantes, entonces por qué no los cuidan? Todos sabemos que al menos, hay dos clases de militantes: los de siempre y los de ocasión,Todo indica que un partido político inteligente debería cuidar a sus militantes de siempre y esforzarse por convertir a los de ocasión en clientela permanente. Pero no. No lo hacen. Los militantes solo son importantes unos meses antes de la elección.
Después nadie les hace caso.
No hay vida orgánica en los partidos políticos. Es decir no hay programas de trabajo que permitan a la militancia de siempre, permanecer activos todo el tiempo, no solo en elecciones. Por eso, los partidos tienen que gastar mucho dinero, porque la lealtad y el activismo, parece, se agotan en los días de campaña electoral. Y después al olvido. Lo que se ganó en los meses de campaña electoral se pierde. Entonces los partidos políticos comienzan prácticamente de cero en cada campaña y van perdiendo militantes permanentes, por desdén, dejadez o inconsistencia.
Han sido los partidos quienes han convertido a los militantes en erráticos hasta llegar al grado de frivolidad, situación anterior al abandono. No hay tampoco una oferta que fortalezca la lealtad en la militancia vía convencimiento ó vía capacitación. Por eso en una elección se convierte en un mercado, compran o venden los votos.

Las ideas estorban. Los programas no son creíbles.

En sus nuevos “valores” el mercado electoral evade y elude el compromiso ideológico, temporal y permanente y esto pone en riesgo la consistencia del sistema democrático. Al vender el voto, ya no se apoyan ideas o programas, por eso, los candidatos están felices, después ningún elector podrá exigirles alguna meta cumplida, porque si nos damos cuenta, ahora en las elecciones ya no votamos por compromisos de trabajo, votamos por estados de emoción, donde la belleza substituye a los fines sociales.

 
Finalmente el elector se vuelve práctico y aprovecha las oportunidades.
No podemos culparlos, han sido los partidos políticos los que van renunciando a su militancia y por ello, quienes ahora deciden quien gana, son los electores indecisos los que deciden y éstos habitualmente lo hacen en función de lo que les den por sus votos.
Y los partidos lo hacen conscientes de eso, porque no quieren compromisos diarios.
Por eso ahora los partidos se han vuelto vulnerables y débiles.
Y por lo mismo ahora tienen que compartir militantes, que eso es lo que hacen en las alianzas electorales.
Debería darles vergüenza abandonar a sus militantes.