Vivimos en un país rico no solo en gastronomía, flora y fauna, atractivos naturales que no solo enamoran a los que vivimos aquí, sino también a los millones de turistas que nos visitan diariamente, y por si esto fuera poco, somos un país rico en recursos minerales, que, de acuerdo a la Secretaría de Economía (SE), el 70% de nuestro suelo tiene potencial para iniciar proyectos mineros; sorprendente ¿no? Pero, ¿qué pasa cuando ese 70% no está nivelado con el beneficio que “podría traer” el dar luz verde a uno de estos proyectos?

La semana pasada, leí la noticia de que campesinos de pueblos y comunidades de Teziutlán, Ayotoxco, Tlatlauquitepec, Atempan, y Yaonahuac, entre otros, se oponen a la apertura de nuevas minas, pues se verían seriamente afectadas la flora, fauna y por supuesto los habitantes de estos lugares, ya que la mayoría son zonas indígenas que se encuentran en situación vulnerable, y con justa razón, pues los argumentos tanto de ellos, como de la misma Tierra, son totalmente válidos.

La minería, como muchas actividades, trae beneficios como creación de nuevos empleos, generación de divisas, inversiones, desarrollo cultural, crecimiento y aportación económicos; aunque si miramos del otro lado, también trae consigo la destrucción de flora y fauna, contaminación de ríos y lagos, daños a la salud, contaminación ambiental, fracking (fractura del suelo para extraer petróleo y gas del subsuelo, inyectando cianuro), entre muchos otros datos que son importantes para considerar un sí o un no a este tipo de proyectos.

Habrá que esperar la resolución final de las autoridades, en lo que campesinos y habitantes de esas comunidades realizan foros y campañas para concientizar a la población y juntos, defender los recursos naturales. Y tú, ¿qué opinas de todo esto?