Daríamos todo lo que tenemos por seguir siendo niños, es cierto, pero cuando uno dice eso, se refiere a tener todo lo que nunca más volveremos a tener:  inocencia, irresponsabilidad, dependencia y sobre todo, proyectos a largo, muy largo plazo.

Inocencia que justificaría cualquier error.  Irresponsabilidad que justifica la misma edad.  Dependencia que justifica toda ayuda y protección y Largo plazo, porque, cuando se es niño, lamentablemente no se piensa en el corto plazo, siempre en el largo….cuando seas grande!

Los psicólogos, los maestros y todos los profesionales que estudian el desarrollo humano insisten en que, si alguien tiene una niñez feliz, su comportamiento como adolescente, joven y adulto, serán igual.  Pero no es fácil encontrar, en la vida real, una correspondencia muy clara en este supuesto de la ciencia.

Al menos no en sentido positivo, porque en sentir negativo si existen muchas estrategias que evalúan el comportamiento y se acercan a problemas fundamentales en la niñez.

Cualquiera que sea la posibilidad, me quedo con la de siempre, un niño feliz, construirá una adolescencia eficiente, una juventud responsable y una vida adulta eficiente y exitosa.

Sin embargo, no es fácil  lograr que esos proyectos individuales integren una sociedad igual, plena de colaboración, respeto y concordia.

Ayer que fué Día del Niño, casi todos, lo celebramos regalando juguetes, dulces y organizando desfiles que muestran nuestra alegría de tener niños.  Pero esos festejos, no creo, sean el todo necesario para que ese júbilo de recibir un dulce o un juguete, desfilar, bailar y saber que es su día, les sirva de mucho para construir una vida exitosa individual y colectiva.

Tampoco el que en estos días, se recuerde que los viejos no hemos podido construir una sociedad no pobre, no olvidada, no educada, no saludable, no, no, no, no,… todo lo que,  sepamos o no, está ahí conviviendo con nuestros niños y niñas.

Hay sin embargo varias estrategias que pudiéramos practicar los viejos y que pudieran guiar, facilitar y motivar una niñez como cauce viable para una adolescencia, juventud y adultéz prosperas y rentables:

Primero: olvidar el rencor, la incapacidad y el sentimiento del fracaso, con las que un padre o una madre, separados, dejados o divorciados, motivan la vida de sus hijos, a los que engendran en odio, rencor e insuficiencias.  Hay niños de familias separadas que son felices, pero la mayoría no, crecen con el síndrome de: “nos dejó”, “no nos quiere” “no te lleves con él, o con ella, odio, odio, odio.

Segundo:  inculcar en ellos la responsabilidad de crear las condiciones para su libertad real y su independencia exitosa, con papá, con mamás, con los padres, o sin ellos, o a pesar de ellos. No es frecuente que como padres lo hagamos, al contrario, nuestra intención de controlar o definir su vida, nos separa, a veces, de su derecho a ser ellos, educarlos, diría mi madre, para que “no vivan agarrados a mis naguas”…”para que vuelen solos..”

Tercero:  no indicar que el estudio y la escuela son un castigo…”Si no te calmas…te mando a hacer tu tarea”…. “si no obedeces…te pongo a leer”….  jajajaj, todos los días en una casa, se practica esto… así ningún,  niño o niña, verá a la escuela como su ruta a la libertad y su justicia.

Cuarto:  Sugerirles que el amor, no son besos, abrazos o frases…  Son obras, dice el refrán popular.. son conductas y congruencia.

Bueno habría miles de ideas en las que pensar sobre nuestros hijos o nietos, cada uno tiene además, un amplio menú, o portafolio de posibilidades.  Hagamos el ejercicio todos los días, y no suplir ni substituir su capacidad de pensar, mejor ayudarlos a que piensen y puedan materializar sus pensamientos.