Adivinar no es el ejercicio justo para la actividad política.

Menos ahora que los actores políticos se comportan con una racionalidad que no puede ser medida o calculada por los instrumentos que se utilizan normalmente para ello.

Hasta hace unos tres años, los estrategas y consultores de campañas políticas presumían de ofrecer a los candidatos y a sus partidos, resultados previsibles y bien calculados.

Ahora no pueden, o no se puede y ningún analista político nos da una respuesta creíble.

Pero la sociedad politizada en el mundo, se despierta al otro día de una elección, con lo inesperado. Lo diametralmente opuesto a una lógica política que tampoco nos sirve y debe ser substituida.

Ni modo de seguir operando sin saber que pueda pasar, cuando antes hasta se tenían cálculos numéricos de la votación esperada, casilla por casilla.

La elección del 2018 ya comenzó.

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La ley abrirá oficialmente el proceso cuando le toque, pero eso ni preocupa a los posibles candidatos, ni detiene o desvía sus aspiraciones.

El tema está en toda plática, discusión, debate y escritos y eso ya nadie lo detiene.

Se afirma, con razón, que quienes desean ser candidatos y merecer el voto de los electores tienen un largo camino que recorrer y enormes desafíos que vencer para construir su camino, a la nominación primero, al triunfo después.
Pero, encima de eso, habrán de contestarse con total honestidad, si conocen a sus electores, si comprenden lo que piden, si conocen lo que necesitan, si son capaces de medir lo que no les gusta y lo que les mantiene molestos.

No hay, hoy, ni habrá el primer domingo del 2018, ciudadanos poblanos que no estén enojados o desesperados. Lo que hay, lo que les dan, quienes en la sociedad y el gobierno deben darlo, ni les es suficiente, ni compensa el esfuerzo de pagar impuestos, ni les ha resuelto sus angustias, ni les dá idea de que algún día puedan hacerlo.

El triunfo de Trump, el triunfo de quienes promovieron que Gran Bretaña saliera de la comunidad Europea, el triunfo de quienes no querían se aceptara el pacto de pacificación del gobierno y la guerrilla colombiana, educan y motivan.

Disponen en los electores nuevas formas de actuar en política. Vender el voto no es suficiente, han reconocido que hay beneficios mayores y ahora, por las ultimas elecciones, posibles de lograr con su votación, pacíficamente. Asi han comenzado las nuevas revoluciones en el mundo actual.

acarreados

Los electores ocultan deliberadamente su intención de voto por desconfianza y temor.

Las inercias de empujar el voto, requieren de contenidos totalmente diferentes en términos de publicidad y propaganda.

Debemos repensar lo que, a los teziutecos nos corresponde.

Circulan 3 encuestas, serias, se dice, encomendadas y pagadas por líderes de los dos bandos políticos, identificables, en nuestra comarca.

Las tres están realizadas con los criterios que, los mismos encuestadores, reconocen ahora, no tienen valores explicativos confiables para ganar una elección, ni para definir planes para dirigirse a ellas.

Les han preguntado a algunos posibles electores a quien conocen, por quien votarían para presidente municipal, diputado local y diputado federal y de paso, por las obras o servicios que necesitan.

En ninguna de esas encuestas les han preguntado si están contentos o no con su presidente municipal, o sus diputados. No buscaron conocer si las obras o los servicios que les afecten o beneficien, son los que necesitan, piden o les conviene.

No intentaron conocer que les parecería una simple recirculación en quienes tienen ahora los puestos políticos, ni siquiera si prefieren posibles candidatos o candidatas o si son de acá o de fuera, ni si preferirían jóvenes o adultos, expertos o no.

Las empresas serias, responsables de su mercado, siempre aplican mediciones sobre la satisfacción de sus clientes. En política no se hacen.

Las que circulan son encargadas por los enemigos políticos y son perversamente diseñadas.

Si intentaran conocer mejor a los electores teziutecos, preguntándoles, dialogando con ellos, confrontando sus sentimientos, quizá, los que decidirán a quien postular, podrían garantizar un margen mayor de certidumbre en sus objetivos.

Aunque claro, corren el riesgo de que los posibles candidatos o candidatas no sean quienes su corazón les pide.