Es época de la intimidación como método de gobierno.

Los intermediarios entre pueblo y gobierno ya no funcionan.

La fuerza de las ideas se acabó y ninguno se entretiene en entenderlas como patrón de conducta. La negociación inmediata las suple como último recurso para pactar acuerdos efímeros, que señalan rumbos, que también son inmediatos.

La esperanza como valor, no se lleva con la inmediatez. La incertidumbre es la compañera permanente de los pueblos.

Este diagnostico cualitativo priva en todas las naciones del mundo y las conductas se definen en ese contexto.

El concepto actual de “política” señala que es un intercambio entre cohersión y acatamiento.

Si la sociedad no jala con el gobierno, el gobierno multiplica la presión, la intimidación los chantajes, para que lo haga y lo refugia en la fuerza de las leyes, que deben acatar ambos. Para quien manda es más fácil esta forma de gobernar, porque además, como la gente aprende a tenerle miedo, nunca tiene que explicar ni razones, que a lo mejor no existen, ni condiciones, porque ellos las ponen. Ya Maquiavelo hace mas de 500 años se lo recordó al Principe, que es mejor gobernar así, porque “los hombres ofenden antes al que aman, que al que temen”.

Aquí adentro en México ya experimentamos esos “modelos” de gobernabilidad. No tendríamos porque extrañarnos que otros gobiernos también lo hagan, hacia dentro de sus comunidades y hacia afuera.

Ante la conducta del señor Trump, debemos recordarlo con mayor vigor. “Quien me insulta siempre, no me ofende jamás “ dijo el escritor Victor Hugo, el único francés que en su tiempo se unió desde Francia a los liberales de Benito Juárez en esos días aciagos del 5 de mayo de 1862. No están solos, nos dijo. No es el pueblo francés quien les hace la guerra, es el imperio, dijo y dijo bien… Ahora debemos recordarlo también con mayor vigor. El señor Trump es un problema no solo para México, es para todo el mundo y debemos tener paciencia, para que entre estos todos, lo pongamos en su sitio. Sabiduría es conocer los tiempos. un líder con expresión dominante como la del señor Trump, es bien recibido en situaciones competitivas, como guerras, pero en épocas de cooperación, provocan desconfianza y conflictos entre países.

Trump ofreció a sus electores cambios radicales en las relaciones de su país con todos los demás y está cumpliéndoles a ellos, al menos en el discurso, pero la realidad es y será mas terca que las palabras.

De las fronteras abiertas que los americanos exigieron a todo el mundo, en el modelo de libre comercio que nos llevó hasta la globalización, el señor Trump quiere regresar a la negociación uno por uno, propia del modelo anterior “proteccionista”.

Uno a uno, tendremos que renegociar si así lo quiere el Señor Trump. No sabemos todavía lo que quieran los grupos de inversionistas imperiales a quienes, le guste o no, también tiene que incluir en sus decisiones.

Estados Unidos es un país de contrapesos y el Señor Trump es el Presidente, pero no todo el gobierno. El tiene también que convencer a los norteamericanos a un ejercicio de unidad nacional para que pueda sostener sus ideas, gustos o caprichos.

Nosotros también debemos protegernos con la fuerza de la unidad nacional. Pero una unidad nacional real, constante, permanente, sistemática contra todo lo que se oponga a nuestra marcha autónoma y libre.

Esto es muy importante en un país que está mal gobernado como el nuestro. Llamar a la unidad, frente a una realidad de corrupción, impunidad, ineficiencia en términos de seguridad pública y desarrollo social, no es fácil, sería efímera y débil. Un país con severos errores de gobierno sería siempre mejor candidato a sucumbir frente a los gritos y amenazas.

La unidad nacional será eficiente si, atendemos los problemas que gestan: debilidad, incertidumbre y enojo entre los grupos nacionales. Defender al país frente a una circunstancia no es suficiente. La unidad debe ser el factor más importante para proteger al país. Por eso a la par que atendamos las amenazas externas, debemos persistir en resolver los problemas internos. Esta circunstancia no debe ser pretexto. La unidad nacional no debe ser solo de palabra. Y todavía nos falta mucho para terminar de construirla y sostenerla. Trump intimida, chantajea, pero no debemos caer en miedo o pánico. No hay mal que dure 100 años decía mi Abuelita Evita, ni tontos que lo soporten. Confiemos en la sabiduría popular.