Uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia, dice el cantautor Joan Manuel Serrat en una extraordinaria canción dedicada a aquellas pequeñas cosas que luego guardamos y no nos acordamos.
Pero su tren, vendió boleto e ida y vuelta, continúa Serrat.
Sobre los olvidos y las omisiones nadie quiere platicar. Es que siempre, pase lo que pase, termina uno con remordimientos de conciencia.
Es lo único que producen.
Nuevamente se ha desatado la polémica en un pueblo en el cual, para fortuna de todos los teziutecos, siempre habrá personas que digan que sí y personas que digan que no.
Los teziutercos así somos, así debemos ser y todo, venga de donde venga, debe merecer el honor de nuestra crítica o comentario que pueden llegar a la aprobación o al rechazo.
Ninguno estaríamos contentos si todo fuera uniformidad, conformidad o se refugiera en la clandestinidad de fingir que no pasa nada.
Olvidados, a propósito o sin querer, están en el viejo patio de maniobras de la vieja estación del ferrocarril de Teziutlán, vagones a los que, solo concurren, a veces y a lo mejor por urgencia, algunos chavos y chavas para sacarse fotografías pretendiendo capturar a un Teziutlán que ya se fue, o que mejor dicho, se lo llevaron.
Bueno una parte, porque un grupo de teziutecos impidió se llevaran todo, cuando, sin consultar a los teziutecos, decidieron cancelar el tren, el viejo tren de vía angosta.
Desde ese entonces, quedaron por ahí, sin cuidados, esos vagones, que por cierto, muchos de acá no saben que existían.
La única que se salvo fue una imponente máquina negra a la cual, manos piadosas depositaron en medio de la avenida Hidalgo, lo más cerca que pudieron a la ex estación de ferrocarril.
El ayuntamiento actual intenta relocalizar esos vagones, para pegarlos a esa máquina y darnos una idea de lo que era el tren, reintegrando, como mejor se dejen esas piezas, en el mismo lugar donde esta la máquina, quizá de la que fueran separados.
Hay voces que dicen que eso no debe hacerse, porque pone en peligro los mismos vagones que por su edad, pero, digo yo, por la falta de mantenimiento y conservación, pudieran desbartarse cuando se intente moverlos.
Es todo un dilema, dejarlos allí, donde fueron dejados, digan lo que digan a la buena del clima y de la incomprensión de los teziutecos, o moverlos para que sean expuestos más a la vista de todos, comprometiendo a las autoridades a su mantenimiento y conservación.
Si se quedan donde están, seguirán igual, a no ser que, las bondadosas intenciones de quienes hoy pelean no sean removidos, le pongan interés, ese que en los últimos años no ha existido y los está matando, y alguna inversión para que no desaparezcan.

Si se mueven, correr el riesgo, a pesar de que, pienso yo, existe tecnología para su relocalización con el menor deterioro posible.
Remuerde la conciencia sin embargo, que aunque sea, por una intención de la autoridad municipal, nos acordemos de esos vagones que están ahí, viendo pasar el tiempo, el olvido de los teziutecos y condenados al silencio.
Digan lo que digan, la sola intención del ayuntamiento, nos ha recordado de algo que, muchos no nos acordábamos, otros ni sabíamos, existían.
Lo mejor será, como decía mi abuelita: Que quienes dan consejo, den tostón.
Si se quedan allí donde están confinados, sería bueno que quienes hoy los defienden, le echen dinerito y los cuiden, porque, de que se van a desbaratar, se están desbaratando.
Ora que si, los reubican, estoy seguro, todos le echaremos dinerito, del que, con sacrificios y muchos sacrificios, le damos al Ayuntamiento vía impuestos y derechos.




