Una vieja consigna definía, define y debe definir el oficio de reportero.

El maestro sugería que el reportero no debería incluirse en los hechos materia de su trabajo.

El maestro decía, no olvidar que el reportero es testigo, no actor, no creador de los hechos motivo del periodismo.

Cuando el reportero abandona su lugar de testigo pasa a ser propagandista o publicista de alguna de las partes que construyen el hecho periodístico y eso ya no es honesto, aleja de la objetividad y condena a la perversión en el debate público.

Recuerdo este tema, ahora que reviso una serie de costumbres o nuevas maneras de hacer periodismo que por supuesto, modifican la cultura del oficio del reportero y quieren agregarle nuevas responsabilidades

Aun no sé si serán las que necesita la sociedad nacional en esta época de crisis de confianza en todo, menos en la Guadalupana.

El reportero debe indagar antes de escribir, por lo menos en dos tipos de fuentes: las que están a favor y las que están en contra del asunto que escribe.

Si el reportero no lo hace, ya su texto será parcial, lo sepa o no

Antes el reportero daba cuenta de algo que pasó, está pasando o pasará.

Ahora se ha introducido con mayor frecuencia y vigor una forma de comunicación que se llama política.  No solo tiene que ver con los actores políticos va más allá.  No espera que pase algo, lo promueve, lo gesta y luego lo informa y lo publicita.

Ahí, el reportero dejó de serlo, porque ya no es testigo, es parte actora de un evento periodístico y el problema aquí es que eso ya lleva un tanto de perversión o consigna.

Entender esta nueva modalidad de comunicación es necesario para que usted, lector, no se trague como natural, lo que es producido a propósito, es decir, es artificial y por lo tanto persigue algo más que informar. Por eso ya es materia de comunicación, porque la comunicación persigue provocar una conducta.

Nada es verdad, nada es mentira, todo es color del cristal con que se mira.

El refrán popular es cierto, por eso, debemos procurar que los lectores se ubiquen en esta realidad, para que al conocer un producto informativo entienda que, una parte puede ser verdad, pero no siempre todo.

El problema también es que la libertad de expresión solo la usa el reportero, pero no el lector, que solo la mira,  a veces la analiza y forma criterio y conducta sobre esa base.

Un ejemplo de este tipo de nuevas modalidades de trabajos en información lo dan muchos reporteros y  muchos medios de comunicación.

Ellos nunca le expresan al lector de que ideología son, a que partidos políticos pertenecen, a que religión, o a que grupos social.

Créamelo, eso tiene que ver con la verdad que contienen sus reportajes, sus crónicas, sus notas periodísticas.

Lo veo con el asunto de la Tésis de licenciatura de Enrique Peña Nieto, al que se adjudicó el plagio como responsabilidad.

Al margen de que sea o no cierto, la intención de buscar, encontrar y manipular ese hecho es lo peligroso y lo riesgoso.

No defiendo al  Sr. Peña Nieto, ni lo merece.  Eso está al margen de este texto.

Lo único que quiero es que el lector aprenda a defenderse de todo lo que los medios le dicen, que no porque lo digan los medios, necesariamente tiene que ser verdad.

Separa el contenido central del trabajo periodístico de la intención con la que el reportero se la pública es la mejor defensa.

No renunciemos a nuestro derecho y capacidad de pensar por sí mismos y recordemos que no todo lo que dice la prensa viene de buena intención.  Y por supuesto la intención pervierte al mismo hecho y lo pervierte a usted, que agarra partido, sostiene discusiones y alienta conductas.

Los reporteros, empezando por el que escribe, somos humanos y como tal, tenemos compromisos, intereses y nuestra capacidad de pensar también nos permite ser perversos.