Más allá del trágico sismo del 19 de septiembre que sacudió a México, literal y metafóricamente, éste fue una auténtica tomografía para nuestro país, a través de la cual descubrimos que el espíritu de México, y sus nacionales, sigue vivo y en pie de lucha.

Digo lo anterior, porque los resultados de la prueba que resultó ser el temblor, arrojaron que somos más los buenos y que aun cuando acontecieron (y siguen aconteciendo) numerosos actos de vileza y corrupción, como lo han sido los asaltos, saqueos, los abusos de la clase en el poder y la generación de información falsa, que se realizan abusando del aciago momento por el que pasamos, lo cierto es que la solidaridad, generosidad y empatía, han prevalecido entre nuestra sociedad, sobre aquellos actos condenables.

De igual forma, el temblor sirvió para evidenciar los intereses reales de miles de personas que se dispusieron a ayudar a los afectados. Dichos intereses se dividieron en dos grupos, aquellos que apoyaron desde el anonimato y aquellos que decidieron publicarlo en diferentes redes y medios de comunicación.

Respecto a estos últimos, personalmente los separo en dos subdivisiones de acuerdo a sus intenciones; los que publicaron con la finalidad de motivar e informar a otros, cuestión que es aplaudible; y los que publicaron con la finalidad de lucrar con la tragedia ajena, para beneficiarse de su protagonismo con el objetivo de generar buena fama en su nombre.

A los dos se les agradece su ayuda, y mucho. Sin embargo, desde la opinión muy particular del de la pluma, los fines no justifican los medios y considero reprobables y bajos, los motivos de todos aquellos que lucraron con la necesidad y tragedia de la gente afectada, para ganar popularidad o, inclusive, adeptos políticos. En fin, allá cada quién con su conciencia, pero a nosotros no nos engañan, sus formas hablan de sus verdaderos intereses.

Hablando de buenas y malas intenciones, el efecto que ha causado el temblor, provocó que la clase política también se cimbrara, de tal suerte que, por intereses de popularidad, más allá de una legítima voluntad de ayudar, los partidos han realizado pugnas sobre quién renunciará a un porcentaje más alto del presupuesto que les corresponde, como si se tratara de una subasta.

Lo anterior nos enseña que, con la presión social y mediática indicada, los ciudadanos podemos ejercer un poder efectivo en la clase partidista que nos rige, siempre y cuando tomemos de rehén a lo que a ellos más interesa, es decir, la intención del voto para obtener, recuperar o mantener el poder.

La buena noticia es que la renuncia del excesivo dinero asignado a los partidos políticos, es una realidad. Lo que sigue es determinar el método por el cuál, ese recurso va a ser reintegrado a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, a través de la Tesorería de la Federación, para ser destinado en favor de aquellos que más se vieron afectados por los recientes sismos.

La mala noticia es que habrá que estar muy atentos, porque tal vez, y sólo tal vez, los partidos van a buscar la forma de llenar ese vacío de sus arcas, a través de otros métodos de financiamiento.  

Finalmente, parafraseando a Facundo Cabral, concluyo por decir que cada mexicano que nace es una buena noticia, porque cada mexicano que nace significa que dios todavía cree en nosotros. Y me atrevo a decir que acabamos de refrendar la confianza de dios en nuestros connacionales y por ello debemos de sentirnos muy orgullosos de ser mexicanos.