Borrar una etapa de la historia de una nación, además de injusto es inmoral.

No se puede ignorar la muerte de mas de un millón de mexicanos, menos las razones por las cuales murieron, en especial, ahora, que 107 años después, alguien pudiera pensar que no fue necesaria o que no sirvió para algo, ese movimiento armado que fue la primera revolución social en el mundo contemporáneo.

El olvido es ingrato y desagradable, solo sirve para regresar, repetir y echar a perder.

A los políticos profesionales eso no les cuesta esfuerzo alguno, al contrario, si estorba, no solo se omite, a lo mejor, hasta se niega.

La revolución de 1910 fue un movimiento por la reivindicación de los trabajadores, del campo y de las fábricas, en el México porfirista, que en su paz artificial y longevidad promiscua, procreo explotación, sumisión, pobreza, ignorancia e insalubridad.

La Revolución de 1910, se utilizó tanto, como objetivo inacabable, inalcanzable, que los mismos que la prostituyeron como instrumento político-electoral, la volvieron, en la realidad, inalcanzable a grado tal, que por imposible, ha dejado ya de serles útiles, para justificar su estancia en el poder público.

100 años fueron suficientes para agotar las verdades de la Revolución de 1910, para intentar realizar sus objetivos sociales, políticos y económicos y para insistir en lograrla. Una conmemoración oficial múltiple, coincidente con la del bicentenario de la Independencia, fue fugaz recuerdo, incipiente agradecimiento, y discreto sepulcro.

Y a lo mejor tienen razón los políticos nacionales. Ahogados en actual mar de corrupción, impunidad y cinismo, el tema de la Revolución, los objetivos de la Revolución y los pendientes de la Revolución de 1917, pudieran antojarse como una frivolidad mínima.

Y lo peor, en el registro histórico de estos 3 días, esa Revolución, apenas alcanzará pocos, hipócritas, fingidos y sobre actuados discursos, la mayoría pronunciados a fuerza, por líderes políticos a los cuales, de antemano, lo saben ellos mismos, el tema, les puede hacer remorder su conciencia, preocupada por evadir, esconderse o ahogarse en el enojo de sus paisanos.

A lo mejor tiene razón lo que un político mexicano me dijo un día: A la Revolución, la mató, la apropiación que el PRI hizo de su patrimonio al igual del derecho de utilizarla para sus fines particulares. Así la Revolución de 1910 dejo de ser referente y herencia para todos y sus objetivos pendientes, solo objetivos priistas, que por no cumplirse, la condenan a la omisión.

Pero la Revolución de 1910 está aquí.

Cambió a México, no cabe duda. Lo inició en una etapa de mayores libertades, equidades y justicias, pero no lo suficiente para poder decir que ha concluido. Se han saltado, ese compromiso, pero en la realidad, solo por no poder lograr a satisfacción de todos los trabajadores, esos objetivos por los cuales lucharon las mujeres y los hombres revolucionarios. Con todo, a nadie se antoja una nueva Revolución, no solo por los muertos, mas, porque se sabe, impertinente, en una sociedad líquida, en donde todos se acomodan a todo, para no morirse de hambre. De eso abusan los que mandan en este país, cuando piensan que en México, los mexicanos aguantamos todo.

Pero hay condiciones que retan la paciencia de los que no mandan, multiplican su enojo, motivan su alejamiento y aíslan sus ideas y acciones de los controles de la ley, la moral, el gobierno y de los que mandan. La sociedad de hoy, en mucho se parece a la sociedad de 1910, vive en la inseguridad de todo, de tener ingresos, trabajo, vivienda, salud, pero más en la incertidumbre de la de la violencia organizada, de la insuficiencia o dejadez para controlarla y de tener una clase política, que solo entretiene sus intereses, su tiempo y su imaginación, en impedir sean atrapados, señalados o perseguidos por su deshonestidad, pero más por su cinismo.

Debemos agradecer que a esa revolución, olvidada, la de 1910, debemos nuevas conductas de inteligencia que, para nuestra fortuna, nos alejan de las armas como instrumento de defensa, nos incluyen solo en buscar formas seguras para medio comer, medio vivir, y medio cuidarnos, de un ogro, dijera Octavio Paz, que en nada es, ahora, filantrópico porque no busca la ayuda desinteresada a los demás y porque no entiende que los mexicanos no mendigamos caridad pública, intentamos y ahora parece ser mas solos que nunca, resolver esos problemas centrales que por más de 107 años no hemos podido.