Algo había quedado pendiente desde aquellas disposiciones de la Reforma con Benito Juárez que reclamaban venganza.

Poco a poco, los altos prelados de la jerarquía católica habían ido recuperando bienes, influencia y fuerza.  Pero algo faltaba aún.

La intolerancia prevalecía sobre la concordia y alejaba a los dos bandos de la misericordia que postulaban unos y de los compromisos de libertad, respeto y justicia que presumían otros.

Dos lados de una misma moneda no encontraban razones para reconocerse mutuamente y el conflicto sucedió.

De hecho la Revolución no había cuajado todavía.

La Constitución era solo una esperanza.

Esperanza de corregir para unos, esperanza de ejecutar para otros.

La Cristiada fue, a la luz de todos los historiadores, la negación absoluta de la razón y el ataque a la inteligencia política nacional.

Malo matar para defender a Cristo, malo matar para ignorarlo.

3 años en los 20s. acreditaron la debilidad de la nación, herencia de una revolución que no solo costó un millón de vidas, también el derrumbamiento de las instituciones de todo tipo y la dificultad de construir unas, nuevas, acordes con el futuro que, Revolución y Constitución auguraban.

En el centro de toda disputa por la nación estaba, está y estará el Artículo 3º. Constitucional, el de la educación laica, gratuita y obligatoria.

En 1929, por  los llamados «arreglos», el gobierno guardan para después la Ley Calles y  los cristeros empiezan a deponer las armas.  El saldo: 90 000 combatientes muertos: 56 882 oficiales, soldados y agraristas y 30 000 cristeros, más la población civil y los cristeros muertos por las razzias posteriores a los «arreglos».

La paz como todo proceso tardará en llegar a todos los rincones del país y a entenderse con todos los grupos en conflicto.

La escuela de Moisés Saénz y Rafael Ramírez, la escuela de Narciso Bassols, además de alfabetizar promovía el cambio social.

La reforma Constitucional de 1934 establecía la “educación socialista”, Lazaro Cárdenas reabriría la misma llaga. Las modificaciones al  artículo tercero constitucional,  establecían que la educación impartida por el estado sería socialista, que debería excluir  toda doctrina religiosa y combatir el fanatismo mediante la inculcación de un concepto racional y exacto del universo y de la vida social.

Esto puso nuevamente,  en el centro  del debate público, a la escuela rural y los profesores que ahora sí tenían modelo y enfoque diferente.   Para unos son defensores de la lucha del pueblo pobre e ignorante para quienes la opción de bienestar era la escuela rural, para otros, los profes eran ateos, rateros, buscapleitos, protestantes y socialistas.

Ya no habría cristiada formal, pero sí, una  guerra sorda y dolorosa.139 hechos de violencia contra los profesores dan fé de ello.

 

1935 comenzó un martes, estaba destinado a ser un año común y corriente inmerso en la reconstrucción del tejido social que aún permeaba intolerancia entre las dos corrientes de pensamiento.   Las mismas que han actuado durante toda la historia de este país, aunque con diferentes nombres, pero con las mismas consignas.

 

El 15 de mayo de 1935, el presidente Lázaro Cárdenas presidió una ceremonia en honor de los educadores asesinados o desorejados por los cristeros, y dispuso que cada año, en esa fiesta cívica, se leyeran los nombres de 10 de esos mártires de la educación.

En esa época, los intentos de implantar la enseñanza socialista y los rudimentos de la educación sexual en las escuelas primarias motivaron reacciones violentas de grupos de fanáticos que destruían escuelas y libros de texto, asesinaban, mutilaban y ultrajaban a maestras y maestros rurales.

Algunos se identificaron herederos de los cristeros, otros actuaron en el anonimato, pero la crueldad contra el profesorado fue evidente. El cambio en el artículo tercero totalmente diferente y diametralmente opuesto al que la iglesia y sus líderes habrían promovido, gestó una etapa de odio, que, para bien de los trabajadores de la educación y para los forjadores de las ideas no debe olvidarse.

El entorno internacional en el cual surgía el facismo, calentaba más, la confusión de ideas, pero dejaba claras las intenciones. 

En la región de Altotonga, cerca de Teziutlán, se construyó un escenario ideal. Indalecio Sayago, maestro, lo reconstruye “los terratenientes con sus guardias blancas y  los  curas, organizaron la más feroz campaña en contra de los trabajadores de la educación: maestras violadas y mutiladas de los senos, profesores desorejados y asesinados. En esos días, un grupo de ‘guardias blancas’, en pleno día, rodeó la escuela donde estaba laborando el maestro Carlos Toledano. Lo ataron con alambre de púas de pies y manos. Con los muebles de la escuela, cuadernos y libros hicieron una hoguera y lo quemaron vivo frente a sus alumnos”

No es casual que por ese rumbo llegara a Teziutlán esa injusta lucha.

Entre Altotonga y Teziutlán está San Juan Xiutetelco y entre Xiutetelco y Teziutlán está Ixtipan y en la misma vía, más al norte está La Legua.

En Xiutetelco, por los rumbos de El Naranjillo, encontraron al profesor Librado Labastida Navarrete, mas al poniente en Ixtipan al profesor Carlos Pastrana Jiménez y en la Legua al profesor Carlos Sayago Hernández.  A los tres los mataron al grito de “Viva Cristo Rey”, también secuestraron a la maestra Nieves Gonzalez a quien vejaron en su honor. Fue una acción sincronizada el 15 de noviembre del doloroso 1953.

Los cristeros se jactaron de esa acción al afirmar haber castigado severamente a varios “pervertidores de la niñez” y todo por mi “Dios y mi Derecho” como consignaron los biógrafos cristeros.

El  profesor Atalo de Santillana, inspector de educación de ese entonces, desde ese día clamó justicia para estos maestros mártires de la Educación. Fue el profesor José Leon Ramírez Benavides quien dejó testimonio de la ineficacia de esa época y la inutilidad social de la intolerancia. “ Hoy, -dijo en la oración fúnebre frente a la catedral Teziuteca y ante los 3 cadáveres- fueron los maestros quienes con su sangre impidieron que  mañana sea la nación entera, rehén de necedades y perversiones y esas campanas que hoy celebran la injusticia, anunciarán un día, la verdadera libertad, la única, que da razón de ser a los mexicanos, que solo puede ser engendrada en la educación”.

Por eso los recordamos  todos los años, atentos a reencontrar nuevos significados en el sacrificio de estos maestros teziutecos y de todos los maestras y maestros  mexicanos asesinados  en esta negra página de la construcción de nuestro ser nacional.  Y siempre los encontramos….por eso vendremos todos los años a reencontrarnos con ellos.

Es cierto, es  la escuela, la única que engendra verdadera libertad que da razón de ser y dignidad  a los mexicanos!