En las calles de Tlatlauquitepec, donde el viento susurra historias ancestrales, se disfruta la de un manjar que es alma y raíz de este pueblo.
El tlayoyo, joya inmortal que lleva consigo el pasado prehispánico de esta bendita tierra.

La masa de maíz abraza con delicadeza la de alverjón, que está fundida con hojas de aguacate, manteca y sal, dando como resultado una exquisita vianda, suave como los suspiros de la sierra que se convierte en un abrazo que acaricia el alma y paladar.

Es, desde la vista, una invitación a degustar, apreciar la preparación con salsa, ardiente como un beso robado al sol, cada bocado se convierte en un canto que alegra el corazón, el queso rallado se convierte en sutil melodía que se posa en el gusto popular.

El tlayoyo es un producto artesanal, digno de admirar y en definitiva, degustar.