Por Karen Razynskas

Siempre me preguntan, los que no lo conocen, que si mi pueblo es bonito y con gran alegría y orgullo respondo que sí, y vaya que lo es, Teteles es un lugarcito dentro de la inmensa sierra nororiente poblana, que, aunque pequeño en territorio, es grande en calidez.

Desde hace ya algún tiempo me interesé en conocer más sobre su historia, así como leyendas y anécdotas de las personas que aquí viven y que con gusto comparten conmigo, allí es donde radica la grandeza de mi pueblo, en su gente.

En esta ocasión les quiero compartir que en torno a los montículos que resguarda el INAH, circulan varias historias, una de ellas refiere que los montículos o cerritos, que suman veintitrés o al menos son los visibles, son tumbas de sacerdotes y jefes tribales de la época prehispánica de la región.

La etimología de Tetelictic es «cerritos dentro», haciendo referencia que hay algo en su interior, pero no puedo asegurarlo, como ya mencioné con anterioridad, son historias que en Teteles se cuentan, el sitio cuenta con una plaza rectangular, cuyo eje longitudinal está orientado de norte a sur, se delimita al oriente por el montículo que aparentemente es el principal; otros de menor tamaño se encuentran en el lado sur y poniente.

Al suroeste y alejado de la plaza, se levanta, entre otros, el montículo de mayor altura, sólo se ha confirmado que en efecto son formaciones no naturales, de ingeniería autóctona, pero derivado de la traducción al castellano del nombre que recibía antes de la conquista, se presume pueda ser un centro funerario y/o cementerio de una dinastía de gobernantes prehispánicos y sacerdotes.

Pero sólo es una leyenda de las tantas que hay en mi querido Teteles.