He visto, con extrema duda, letreros, por cierto de muy mal diseño y capacidad de convencimiento, en los cuales, los vecinos advierten a los delincuentes, estar observándolos.

También los amenazan: Si te agarramos, te linchamos.

Vecinos vigilantes es un programa que desde el gobierno deposita en los vecinos la delicada tarea de auto vigilarse y protegerse.

Nada más debería preocuparnos.

Pero por supuesto que nos preocupa, saber que, ante la incapacidad del gobierno para ofrecernos seguridad y certidumbre en nuestros propios vecindarios, deben ser ahora, los mismos vecinos los que, con permiso de la autoridad, debamos defendernos de lo que sea.

Junto con esos letreros, cuya redacción y diseño limitan su eficacia, se ve obscuridad por la escasa iluminación pública; pocos policías, o algunos ocupados en “infraccionar” solamente a los vecinos más indefensos, pero incapaces de detener a los delincuentes y un miedo generalizado.

Y es que los rumores pueden más que a verdad, dicen las autoridades.

Y ese es el problema. Las autoridades hacen caso omiso o muy leve de lo que se dice y se oye en las calles.
Una razón de gobierno, advertirían las autoridades es no potencializar el rumor para no generar pánico.

Pero el pánico ya convive con nosotros.

El otro punto de vista, tendría que radicarse en el concepto de “percepción”.

En la conciencia colectiva, lo que se percibe, existe y por lo tanto debe atenderse.

Es ahí donde está la mayor irresponsabilidad gubernamental.

Carlos Madrazo, ex gobernador de tabasco, es líder nacional del PRI y un molde de los viejos patrones de la política mexicana decía que si a las 12 horas del día, la gente decía que era de noche, la autoridad debería mandar, inmediatamente, a prender los faroles de la calle.

Pero eso ahora ya no se estila.

Muchos presidentes municipales creen que en ellos como persona, reside la facultad de decidir, lo que ve, oye, huele, prueba y toca la gente.

Hace muchos años que la gente vive en su mundo y ha olvidado, por ineficientes, a las autoridades municipales, a quienes la Constitución confía estas tareas de la seguridad pública y porque son la primera instancia del gobierno, cerca de la gente.

Pero es peor, los ha abandonado, porque ellos, con sus actos, no escuchan, no ven, no coinciden con las preocupaciones de la gente común y corriente, en la calle, en sus casas, en sus negocios.

Ante ese abandono, a los vecinos no les queda otra que organizarse, más que para vigilar y controlar las calles del vecindario donde viven, al menos para generar un clima de solidaridad y acompañamiento, ante muchas de las adversidades que tipifican ahora, la seguridad pública.

Ahí es donde pudiera estar, si la hubiera, la utilidad social de esos vecinos vigilantes.
Solo falta que, la autoridad misma, pida a los vecinos que vigilen sus oficinas, sus casas, sus policías y sus patrullas.

No se desespere, estamos a un paso de ello.

Pero eso no resuelve el problema mayor.

Independientemente de los casos de delincuencia que existieran, siempre ha sido mayor la percepción que la gente tiene de ello y la magnifican, la multiplican, la potencializan, como una estrategia para incrementar seguridad y confianza, pero sobre todo, protección.

Esa es, precisamente, la utilidad social de esos vecinos vigilantes al construir un ambiente de unión y organización propias, para generar protección, tranquilidad y mutua ayuda, lo que cotidianamente no construyen los gobiernos.

Esto es lo que debería orientar la acción del gobierno. La coincidencia en lo que dice la gente, facilita entender su problema real y ayuda a resolverlo.

Pero nos vamos por el ideal de que eso no existe y quisiéramos tapar el sol con un dedo.
Ese es el riesgo de un vecino al que se le olvida su origen cuando lo hacen autoridad municipal, estatal o federal.