Fotografía: David Ambriz

Próximo estaba el día de muertos, la calaca veía el calendario y deseaba salir del panteón con anhelo.

Presurosa buscó sombrero y botas, mientras de reojo miraba el reloj, que avanzaba a cuenta gotas.

Tlatlauqui visitaría de primera mano, le urgía arreglar cuentas con un famosísimo aldeano.

Cuentas pendientes tenían y las solvetarian este día.

Llamó su atención los tonos, que el edificio tenía pintados.
Le recordó los colores iniciales, del primer negocio clausurado.

Son los antiguos colores de OXXO, recordó mientras avanzaba.
Sacando un billete de 20 de su bolso, por si se le ofrecia una recarga.

Entró al edificio con el 47 marcado, no lo vio muy bien adaptado.
Puesto que no encontró rampa ni señalética para el pueblo discapacitado.

Observó al Alcalde caminando y lo vio muy irritado.
Haciendo gestos leía un oficio enviado, por el Gobierno del Estado.

Le recordamos que para su pueblo no hay obra, alcanzó a leer la malora.
El Alcalde furioso estaba, tanto que ni notaba, a la huesuda señora sentada.

Presidente buenas tardes, dijo la muerte sonriente.
Veo que no hay gente presente, ¿no soy impertinente?

Para nada dijo el Edil, impertinente fue el gobernador.
Pues ante toda la gente y en mi informe, a todo me dijo que no.

La culpa tuya es, pues cuando él todo te negaba y además te evidenciaba.
Te hubieras levantado de un jalón y le hubieras dado su clausurada.

Vine por tí este día, agarra tus botas, sombrero y caballo.
Irás al panteón de Ocotlán, el de Tochimpa está cerrado.

Nomás porque quieres comprarlo, lo tienes clausurado.
Que culpa tiene su único usuario, que no pueda ser visitado.

No me lleve por favor, un jaripeo le haré yo, pero antes del fiestón.
En aquella fuente nueva, regáleme una selfie por favor, vamos a darle el estrenón.

En eso de acuerdo estoy, vámonos al albercón, sin usar flash, por favor.
Pero antes dime a quien debo dar, los setecientos pesos que por día tengo que gastar.

La muerte al Alcalde se llevó, cuando los setecientos él le arrebató.
No pudo contradecir al gobernador, mucho menos mi decisión.

Pensó la muerte cuando en sus brazos, al panteón se lo llevó.
¿Será que con esta acción, al pueblo le hago un favor?

Con júbilo para el Presidente del mágico Tlatlauquitepec, ¡arre!