Había creído que el encierro, al que nos obligó, este bicho 19, solo nos aislaría del resto de humanos y si acaso de sus conversaciones directas.

Había creído que la internet sería un alojamiento comprensivo de nuestra naturaleza de animal social que somos, porque, interactúamos, enviamos y recibimos documentos, fotografías, y accedemos a videos de todos tipos y de todos lugares.

Han pasado casi 25 días. Internet se ha vuelto aburrido.  Una rutina que ya no alimenta esa salida virtual de una realidad que ya, pesa, angustia, deprime.

Eso no quiere decir que tiene millones de posibilidades de seguir entreteníendonos, pero ya el disfrazar la verdad, no nos es útil, menos conveniente.

Estamos conectados a una velocidad sorprendente.  A la misma velocidad crece nuestro alejamiento. Nos lleva a un espacio de información, pero está fallando la comunicación.

Mayo, ya lo dije, era el mes de las fiestas, laborales, (trabajadores, maestros), de los iconos de amor y unidad (mamás, enfermeras, comunicólogos) y de las fiestas del barrio.

Las Cruces, esas celebraciones sencillas, pero emotivas, nos congregaban en torno de un símbolo, del cual, también, parece, estamos cada vez mas lejos.

Las Cruces, en este mayo, se han cancelado.

Ni modo que podemos comer en  internet, el xole, los tamales, los chilahuates, las cacalas.  No podemos  recrear las carreras de cintas, con los regalos de las bellas vecinas, ni nos  subiremos al palo encebado, o bailaremos con el más puro, franco y divertido espíritu popular.

Y es que aquí, las gráficas, las animaciones, los audiovisuales pierden todo su encanto.

Este encierro y las redes han acentuado nuestro camino inevitable a la individualidad y a su compañero inseparable de viaje, el egoísmo.

Comunidad es un concepto que nos refiere a un patrimonio en común.  Es un valor construido entre muchos para disfrutarlo entre muchos.  Esto es lo que nos hace falta.

Ya decía yo, que en muchos sentidos, internet pierde su encanto, aunque no deja de seguir siendo funcional, para otras cosas.  Vaya paradoja…nos aloja más en la abstracción,  y nos es más difícil imaginar el espacio en que vivimos, porque ya no sabemos cuando vivimos la realidad y cuando navegamos en la virtualidad.  Nos aleja de lo concreto.

Dura prueba para el animal que somos, que ni se acostumbra a estar solo, ni alejado.  Más difícil entenderla.  Cada día nos alejamos de  la realidad que, a pesar de sus potencialidades, ya no nos convence con razones y nos obliga a seguir los impulsos de las emociones. Así es casi  imposible producir satisfacciones o reproducir energías para vivir. …Nuestro camino está por ahora, en el aislamiento real, que reta paciencia, prudencia  y pertinencia. También cancela opciones para la salud mental.

 No es fácil explicarnos que, a pesar de tener esos superpoderes digitales y esos ciberespacios virtuales, estemos, más aislados, más impotentes, mas tristes. Presos de otras enfermedades para las cuales, como pandemia anímica, no hay, ni importancia, ni comprensión, ni prevención ni manual de cuidados.

Como estrategia de control y organización para  la pandemia, la cuarentena puede ser útil.  Pero como  estrategia de salud, no tanto, quizá nos ayude a salvar un hoyo, pero abre otros..