Prepotentes e impunes por Raymundo Riva Palacio / Eje Central

La traición sí se paga. La primera vez que pisó el Hotel Hyatt en la Place Vendôme —la plaza más lujosa en el céntrico Barrio 2 de París—, Miguel Barbosa iba en la comitiva del presidente Enrique Peña Nieto, invitado de honor al desfile conmemorativo de la Revolución Francesa del 14 de julio.

Era 2015 y Joaquín El Chapo Guzmán se acababa de fugar de el penal de El Altiplano. Barbosa escuchó las reflexiones de algunos de los colaboradores más cercanos a Peña Nieto en el bar de la terraza del hotel en aquella crisis. No era algo extraño. Barbosa era parte de ese gobierno, a quien le había servido como presidente del Senado. Barbosa era miembro del PRD y parte de la cúpula que negoció el Pacto por México que hizo leyes de esos acuerdos.

Como algunos legisladores clave en ese momento, recibió favores del gobierno por los servicios prestados en las reformas. Esa vida le gustó a Barbosa, quien regresó al Hyatt de vacaciones pagando cerca de tres mil dólares la noche. Su paso por el Senado le alcanzó para hacerse de una casa en Coyoacán de la familia del expresidente Miguel de la Madrid por 10 millones de pesos, y comprar otra más en cinco millones en la Condesa.

Barbosa pertenecía a la élite del poder y presumía su relación con el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, y con el jefe de Oficina en Los Pinos, Aurelio Nuño. Después de las elecciones intermedias, Barbosa empezó la mudanza hacia Morena, como antes lo hizo del PRI al PRD, y comenzó a construir apoyos secretos con Andrés Manuel López Obrador. 

En marzo de 2017 se descaró y le mostró abiertamente su apoyo. En el PRD lo expulsaron, pero la traición estaba consumada. La zanahoria era la gubernatura de Puebla. Había sido pieza importante en la alianza PAN-PRD para ungir como candidato a Rafael Moreno Valle, con quien rompió por su ambición de sucederlo, y bajo el abrigo de Morena compitió con su esposa Martha Érika Alonso, aunque perdió la gubernatura.

Barbosa, amargado por descuidar una diabetes por la que perdió el pie, encontró en su oposición una catarsis. Alonso murió en un accidente de helicóptero junto con Moreno Valle, el 24 de diciembre pasado, que hace unos días, en un mitin, recordándolo, Barbosa provocó un escándalo al afirmar que la justicia divina les había cobrado que le robaran la gubernatura.

Todos le exigieron ofrecer disculpas, pero los ignoró. “Esperen sentados”, dijo. Barbosa se mostró como lo que no parecía ser: un político mezquino y miserable.

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