En estos tiempos los analistas suponen que el voto será una expresión mayor del rechazo, que de la necesidad de cambiar.

Parece lo mismo, pero no lo es. Rechazar implica sentimientos negativos, fracaso, enojo, venganza. Cambiar conlleva esperanza, sentimientos positivos, corregir, rehacer, mejorar, colaborar.

Estas condiciones no se generan de la noche a la mañana. Hace tiempo que los electores han enviado señales de inclinarse más por el rechazo que por el cambio, aparentemente los políticos no las han entendido, al contrario, han privilegiado la idea de que aguantan más.

Otros analistas nos recuerdan que Maquiavelo sigue vigente en la conducta de los electores, porque se mueven más por miedo que por enojo.

2018 nos ubica en esta coyuntura, agravada por una dosis visible de intolerancia.

Los estrategas políticos de los candidatos están, ahora, midiendo las dimensiones probables de esta circunstancia y aparentemente la dividen en dos combinaciones: Votar por rechazar con enojo, ó votar por rechazar por miedo.

La primera supone votar por quien sea que solo garantice castigar a quienes han actuado mal, pase lo que pase, incluyendo poca significación al tipo de gobierno que venga.

La segunda supone votar por alguien que garantice castigar a quienes han actuado mal, pero les interesa el tipo de gobierno que venga.

Lo único cierto hasta ahora, en esta elección, es el rechazo. Quienes logren transformarlo en energía y esperanza, podrían pensar en ganar.

Los electores ya no se “chupan el dedo”.

Los tres candidatos mayores, conocidos al día de hoy, entienden el rechazo. No les queda otra. Pero lo que cada uno hará, con ese ingrediente inevitable, deberá hacer la diferencia.

Andrés Manuel López Obrador, utilizará el rechazo como enojo, a muchos electores emociona, pero a otros pone a pensar, si el gobierno que ofrece es autosustentable a esta época.

Ricardo Anaya, utilizará el rechazo como enojo, emociona a pocos electores, porque la experiencia que representa pudiera sugerir un gobierno mas de improvisación y reacción.

José Antonio Meade, utilizará el rechazo como miedo, porque ofrece utilizar ese rechazo para un gobierno que no requiere reinventar todo el país, cada elección.

La última ecuación en esta elección está en castigar o impedir.

Muchos electores quieren sangre, es decir castigo a quienes por corrupción han construido una sociedad de impunidad y cinismo.

Otros piensan en el castigo a quienes lo merecen, pero también, en la substitución de calidades de personas.

La estrategia será: capacidad para castigar y también para substituir calidades de personas. La pura edad de los candidatos podría representar una opción, pero solo eso, una opción.

Medir el rechazo que cada precandidato presidencial recibe al mismo tiempo que calificar sus posibilidades de corrección, es la preocupación de los electores. La campaña nos irá mostrando que ni el rechazo ni el castigo a los malos gobernantes, será todo.

CAMINOS

Los partidos ya no son suficientes para canalizar el mandato de los electores y por ello tienen que competir en coaliciones con otros. Esto sugiere, de entrada, una reforma electoral que revise las condiciones que un “partido político” tiene que cumplir para continuar vigente. Pienso que es una mentira, un sistema de partidos que se convierte en la práctica en un sistema de coaliciones, solo maquilla posibilidades.

Las coaliciones sirven para que los partidos permanezcan, pero conducen al electorado a una decisión ambigua, confusa que, por lo menos, les impedirá reclamos. A cual de los partidos de una coalición habrá que exigirle cumplimiento o pasar factura de incumplimiento?

Las coaliciones no postulan de entrada un “gobierno de coalición”, al menos en México. Para eso, habría que caminar más hacia el modelo Parlamentario en la representación popular, y aun cuando ya se habla de eso en nuestro país, está lejos de ser real.

La indudable condición de una “coalición de partidos” es porque ninguno de ellos, podría existir solo, ni ganar alguna elección ahora. Entonces por que la ley no corrige esta deficiencia?

Lo peor en nuestro sistema electoral es una perversa combinación de coalición con individualidad. Es frecuente en México que al elector se le abran dos posibilidades de voto: votar por la coalición , o votar por un partido de esa coalición. El final es el mismo, se suman los votos a la coalición.

Que representa un partido de la derecha, (PAN), aliado con uno de izquierda (PRD) y uno que no da color (MOVIMIENTO)?
Qué representa un partido de izquierda (MORENA), aliado con uno de otro tipo de izquierda (PT), con uno pastoral (PES)?
Qué representa un partido de centro (PRI) , con un partido de la naturaleza (VERDE) y otro gremial, (PANAL)?.

Las combinaciones, no son confiables. Pero como ya las ideologías no se usan, todo se vale.

Aquí los tiene, ninguno se apena ni ruboriza, al contrario…. ver para creer.

COALICIONES PRESIDENCIALES:

PRI-VERDE-PANAL: José Antonio Meade

PAN-PRD-MOVIMIENTO: Ricardo Anaya

MORENA-PT-PES: Andrés Manuel López